Antes de cometer el error de considerar este film como uno de los más impersonales de David Cronemberg, nos permitimos asegurar que esta fiera narración de época -basada en una pieza teatral- ofrece el germen básico (suavizado, pero latente) de gran parte de los maravillosos trastornos psicóticos que David dirigió hace años atrás. Un Método Peligroso es la precuela imposible de casi todo lo que Cronemberg dirigió antes.
"No me gusta mi piel", declaró Keyra Knightley en cierta ocasión. Quizá por eso decidió internarse en el cuerpo de Sabina Spielrein, alias Mademoiselle Pulsión Sádica, una de las primeras femmes que parió el psicoanálisis. Sabina necesitaba recibir cinturonazos en la cola, era el único modo a través del cual podía gozar (y aniquilar) ciertas calenturas gestadas durante su niñez. El encargado de propiciárselos es su Maestro, nada más ni nada menos que Carl Jung (Michael Fassbender), prestigioso mosntruo del psicoanálisis que en determinado momento deja de lado su etiqueta de ídolo absoluto y sucumbe al placer de resolver las etapas anales mal resueltas de su discípula favorita, pero sin dejar de mantener a su noviecita rubia de ojos claros que vive en una nube de pedos.
Jung transcurre gran parte de Un Método Peligroso llenando espacios. Llena de moretones las preciosas nalgas de Sabina, llena de bebés -y de aburrimiento- el limitado universo de su noviecita rubia oficial, y llena de contrapropuestas la cabeza de su mentor, Sigmund Freud (Viggo Mortensen), que -semestre de por medio- tiene la deferencia de enviarle a su buen amigo pacientes suicidas y cartas extensas.
Alguien dijo una vez que el 2 (dos) es un número malcogido, imposible de sostener, a no ser que se lo triangule de alguna forma (incorporando amante, "consejero" ó bebé a la dupla en crisis). Sabina empieza a reclamar cierta regularidad que Jung no está dispuesto a transar, entonces recurre a Sigmund, en parte para cambiar de mentor -está a un par de materias de recibirse- y en parte para ser analizada por el gran maestro. Pero nunca olvidando que el dueño de su progreso mental fué Carl, aunque éste haya procedido con los métodos establecidos por Sigmund.
Por sobre el atractivo de observar a Viggo luciéndose en su papel, debemos recordar que Un Método Peligroso tiene en Sigmund Freud un puntal imprescindible pero secundario en su historia. El motor del relato radica en Carl gozando de (y gozando a) Sabina, que en determinado momento se hincha las pelotas de su amante irregular y dispara hacia una dirección en la cual Sigmund deberá tomar partido entre una beneficiada por sus métodos y un gran discípulo suyo que los practica e incluso los ubica en tela de juicio.
Un método peligroso funciona como adelanto imposible de gran parte de la temática que abrazó Cronenberg en films pasados. Aquéllos provienen de éste.