David Cronenberg es uno de los mejores cineastas actuales. No porque sea un enorme creador experimental, no porque sea un campeón de lo popular, sino por lograr el equilibrio entre ambos polos sin dejar de ir al fondo de sus temas. Aquí la historia es de esas que conllevan el riesgo del cine “Billiken”: Carl Gustav Jung (Michael Fassbender) tiene una paciente difícil (Keira Knightley) y apela a Sigmund Freud (Viggo Mortensen). Y no, no es –aunque también es– la historia del psicoanálisis, ni –aunque también lo es– la historia de una amistad y una competencia profesional. Sobre todas las cosas, Cronenberg opta por el clima fantástico, por la aventura y por el suspenso de encontrar el secreto dentro de una persona. El eje de esta relación angular es el personaje de la Knightley, que combina brillantez intelectual con violencia no siempre contenida. Y uno de los mayores aciertos es contar con tres actores de enorme presencia y manejo del cuerpo para lo que podría definirse, apresuradamente, como thriller intelectual. Hay mucho más humor del que parece en este juego del gato científico y el ratón imaginado, producto de las típicas malicias e ironías del autor de “Videodrome” y “Una historia violenta”. Como en todos sus films, la vida inconsciente estalla debajo de la apariencia de la normalidad, y se filma con esa distancia justa que lo muestra todo, al mismo tiempo, fuera del mundo y demasiado cerca. Lúdico, sexy y divertido, el film es el puro estallido de lo inconsciente, un policial negro del alma.