Llamar al protagonista de “Un Minuto de Gloria” (“Glory”) un héroe suena tan apropiado como burlón, o al menos eso se siente una vez se termina de ver esta producción búlgara que fue seleccionada por su país para representarlos en los Oscars. Perteneciente a un tipo de cine en el que lo visual y sonoro están para servir a un guion que utiliza a la trama y sus personajes para analizar nuestra realidad, lo mejor que tiene es llevarnos a ese lugar en el que nos podemos reír del ridiculamente cruel que a todos nos rodea.
Un trabajador de las vías se encuentra con una cantidad imposible de dinero, entregándolo inmediatamente a las autoridades. Inicialmente recompensado por su acto, nuestro protagonista terminará siendo víctima social, peón político, maltratado por extraños y golpeado por conocidos. No tiene dónde caerse muerto y apenas puede hablar debido a su tartamudeo, aún así encontrarse una montaña de dinero fue lo peor que le paso en su vida. La gloria habrá sido corta, pero trajo consigo consecuencias que lentamente irán golpeando a nuestro héroe. Inevitablemente es un ejercicio cinematográfico por parte de sus autores: desarrollar el evento más mundano y curioso que encuentren apenas mencionado en algún diario. Pero afortunadamente, el producto que resulta termina siendo una experiencia lo suficientemente universal para ser disfrutada, en menor o mayor medida, por todo el que este dispuesto a buscarla.
El evento de reconocimiento por su honestidad resulta irónicamente un ejercicio de falsedad, pantomima ideada por la otra protagonista del film y, como no podía ser de otra forma, concretada por un político corrupto. La co-protagonista es la jefa de relaciones públicas del ministerio de transporte, una ambiciosa joven que en su afán por controlar y vencer todo en el plano profesional (como también en su vida, ya que apenas si vive fuera del trabajo) se encargará de quitarle lo poco que tiene a nuestro pobre Tsanko. Lejos de disculparse o de intentar reparar el mal que hizo, su egoísmo logrará que las cosas vayan de inconvenientes a desastrosas: es nuestra mirada personal a la sociedad en general, incapaz de ver más allá de sí misma y lo suficientemente ensimismada como para herir, consciente o inconscientemente, a todo a quien tenga al lado.
Esta apatía social no es la única temática que enfrentará esta suerte de comedia. La corrupción, el destrato entre clases, la soledad y la estigmatización social son temas abordados sin pudor por los directores Grozeva y Valchanov en esta su segunda parte de la “trilogía de recortes periodísticos”: historias basadas vagamente en una breve noticia, en este caso un artículo real sobre un trabajador de vías recompensado irrisoriamente por entregar a las autoridades más dinero del que jamás verá en su vida junto.
Por momentos puede sentirse como un concepto estirado hasta alcanzar la duración de un largometraje. Su lentitud y tiempos no es para todos, más de uno seguramente no encuentre satisfactoria la velocidad en la que la trama no llega ni siquiera a gatear. Pero también es importante resaltar lo necesario de esa lentitud. Lo puntual de los silencios y pausas, la película son esa espera en tiempo real en el teléfono, aguardando que la operadora te comunique con otra operadora, el film es ese minuto entero donde vemos a nuestro protagonista buscar un nombre en una lista. Tsanko lentamente, y como puede, persiste en su forma honorable de vida a pesar de que todos se encarguen de complicarle las cosas. “Un Minuto de Gloria” propone identificarnos con su personaje principal mediante nuestra lucha diaria en donde nuestros co-protagonistas suelen ser al mismo tiempo unos crueles antagonistas.