El hombre común ante la indiferencia de las instituciones es un tema que hemos visto repetidas veces en el cine. Pero ver que dicha indiferencia no se limite solamente al espectro gubernamental, aun siendo algo que se sepa, no es algo que se vea retratado con mucha frecuencia. En este espectro se mueve Un Minuto de Gloria.
Un largo minuto de silencio:
Tzanko Petrov, un trabajador ferroviario, encuentra una gran cantidad de dinero al costado de las vías. El gobierno, notificado de esta crítica de un minuto de gloriaacción, decide armar una gran ceremonia y declararlo héroe nacional regalándole un reloj por su molestia. El problema surgirá cuando, al dárselo, lo despojen de su viejo reloj, que tiene un gran valor sentimental para él: hará lo que sea para recuperarlo.
Un Minuto de Gloria cuenta con un guion muy bien armado; una estructura clásica pero que se toma su tiempo para establecer sus elementos en orden. La película tiene una temática clara y es la del egoísmo institucional; la historia plantea al gobierno y a los medios de comunicación como entidades con agendas propias y con una absoluta indiferencia a lo que quiere o tiene para decir el ciudadano de a pie sobre las irregularidades que lo rodean. La manera en la que tratan al protagonista, como un simple peón para sus propósitos, generará no pocas risas, pero serán superadas en cantidad por los sendos momentos de rabia al ver lo inescrupuloso del accionar de ambos.
Este tema se ve reflejado también en la subtrama, concentrada en la vida privada de la burócrata que organiza todo y que trata a su matrimonio (y el deseo de su marido de empezar una familia) del mismo modo que a su trabajo; o sea que cree estar dándole a su marido lo que quiere, pero no escucha en realidad a su necesidad. Inicialmente, parece no tener nada que ver con el resto de la historia, pero a medida que esta avanza, sutilmente deja ver su conexión al punto de resultar crucial para el desenlace.
En materia técnica la película cuenta con una fotografía en cámara en mano, casi documental, hecha con colores desaturados y un montaje eficiente, aunque en algunas ocasiones peque de tener algún que otro tiempo muerto en el metraje. En materia actoral, Stefan Denolyubov entrega un papel sobrio como el trabajador ferroviario, manifestando con claridad la sencillez de su deseo, pero ilustrando tanto las instancias trágicas como cómicas de la manipulación que padece su personaje. Margita Gosheva también entrega un buen trabajo como la oficial del ministerio, siempre apurada y buscando la solución fácil para todo.
Conclusión:
Un Minuto de Gloria es una historia sencilla, narrada de un modo fluido, y apoyada con sobriedad tanto en el apartado actoral como en el técnico. Una denuncia sobre el egoísmo gubernamental que hará sentir identificado a más de uno, pero que se anima a más y busca dicho egoísmo en todo lo que nos rodea. Un título disfrutable.