Un cuento clásico sobre los temores infantiles que no escapa a un tratamiento sensiblero en los minutos finales, pero al que el director imprime imágenes seductoras en un universo pesadillesco.
El realizador de El orfanato y Lo imposible, el español J.A. Bayona, cierra con Un monstruo vino a verme una suerte de trilogía sobre las relaciones familiares inmersas en condiciones extremas.
Un monstruo vino a verme, un cuento basado en la novela homónima de Patrick Ness, gira en torno a los temores infantiles y si bien no escapa a su tratamiento sensiblero en los minutos finales, el director crea a través de imágenes seductoras un universo de peligros, entre luces y sombras, para que un niño atraviese su camino a la madurez.
Con un elenco de lujo encabezado por Lewis MacDougall, en el rol de Connor, de 12 años, quien debe ocuparse de llevar las riendas de la casa porque su su madre -Felicity Jones- está enferma de cáncer, se enciende una trama en la que se construye una "ficción dentro de otra" para comprender y atravesar una realidad dolorosa.
Con la ayuda de una presencia monstruosa -amenazante al comienzo y amigable al final- Connor enfrenta sus pesadillas recurrentes, y además a una abuela calculadora -Sigourney Weaver- que llega al hogar.
El film expone buenos climas de misterio al comienzo, con la presencia monstruosa en forma de árbol que irrumpe en la ventana del pequeño protagonista y a secuencias oníricas y otras de animación, que se dan a través de los relatos que el monstruo le acerca a Connor.
A la voz que aporta Liam Neeson a la criatura en cuestión, se suma la fugaz presencia de Geraldine Chaplin y Toby Kebell como el padre. Las tomas cenitales muestran cuán pequeños seguimos siendo ante situaciones incomprensibles en las que la muerte dice presente. Una fábula muy bien filmada y altamente emocionante.