A diferencia de los adultos, los chicos tienen una forma muy particular de escaparse de sus problemas: sumergirse en la fantasía. “Un Monstruo Viene a Verme” (A Monster Calls, J.A. Bayona, 2016) no es muy diferente al “Laberinto del Fauno” (20006), aunque sus contextos no guarden ninguna semejanza.
Conor (Lewis MacDougall) tiene apenas 12 años, se encarga de los quehaceres de la casa, de lidiar con su mamá enferma (Felicity Jones), las constantes peleas con su abuela (Sigourney Weaver) y, como si fuera poco, con los brabucones del colegio.
Desde la ventana de su habitación vislumbra un cementerio lejano y un enorme árbol milenario que una noche decide cobrar vida y venir a visitarlo. Sin poder escapar de sus propias pesadillas, el nene acepta la propuesta de este monstruo (voz de Liam Neeson) que pretende contarle tres historias y espera que, al final, Conor le cuente la suya.
La realidad es que su mamá se está muriendo, su papá (Toby Kebbell) vive en los Estados Unidos con una nueva familia y su abuela hace lo posible para que la transición sea lo menos dolorosa posible para todos. Pero Conor no tiene consuelo, ni lugar donde desahogarse, o al menos es lo que cree, hasta la llegada del gigante.
Como bien arranca diciendo esta historia, el protagonista es demasiado chico para hacerle frente a los problemas de los adultos, y demasiado grande para seguir comportándose como un chico. Ahí, en medio, se encuentra Conor obligado a crecer antes de lo debido, a superar sus miedos y la terrible realidad que lo rodea.
Basado en la novela homónima de Patrick Ness, el director español Juan Antonio Bayona –responsable de “El Orfanato” (2007) y “Lo Imposible” (2012)- nos aliviana la pena del pequeñín, mezclando drama y fantasía absoluta. Los cuentos de hadas y los sueños de Conor cobran viva y el despliegue visual es imponente, aunque nunca efectista, y cada imagen está puesta al servicio de entender que pasa por la cabeza y el corazón de este chico cargado de rabia, dolor y culpa.
MacDougall es el alma de este relato y conmueve con muy poco, al fin y al cabo es un nene actuando y reaccionando como tal. Claro que ayuda tener a Neeson como guía y “maestro de ceremonias” de esta búsqueda de la verdad que debe afrontar el pequeñín.
La historia es triste, y ya la vimos unas cuantas veces en la pantalla grande, pero la forma en que la presenta el realizador, su simpleza (no simplismo) -más allá de los efectos y unas bellísimas animaciones en acuarela- y su humanidad, nos salpica y nos conmueve hasta las lágrimas.
“Un Monstruo Viene a Verme” es de llorar, pero nunca condescendiente. Bayona nos ofrece un relato contundente y oscuro, aunque cargado de ternura y fantasía, acá la única vía de escape que nos queda cuando la realidad nos agobia y golpea.