El duelo en vida
Pocas cosas son tan desoladoras como la pérdida de un ser querido, sobre todo cuando éste es “arrebatado” antes de tiempo. Y si bien el duelo que uno encara en esas situaciones es muy personal (y diferente en cada caso), hay algunos sentimientos que, de una u otra forma, siempre aparecen entremezclados: dolor, culpa, bronca, enojos injustificados, negación, impotencia, a veces hasta alivio. Justamente, ese complejo entramado emocional es el que aborda -con mucha sensibilidad- “Un Monstruo Viene a Verme”.
Dirigida por el español J. A. Bayona (“El orfanato”, “Lo imposible”) y basada en la novela homónima de Patrick Ness, la película describe el duelo en vida que afronta un chico de 12 años ante la inminente muerte de su madre (Felicity Jones) a manos de un cáncer terminal. La particularidad, es que esa narración se realiza a partir de la inocente mirada de este infante -Connor O’ Malley-, quien se sumerge en un mundo de fantasía para explicar lo que le va pasando.
En ese escenario onírico, Connor entablará un fuerte vínculo con un atemorizante monstruo con forma de árbol (voz de Liam Neeson), quien a lo largo del metraje le contará tres fábulas, cada una de ellas con una enseñanza. En efecto, el aprendizaje y la superación son dos de los ejes centrales del filme, cuyo valor principal no reside en el final (que es fácilmente adivinable), sino en el proceso de aceptación que trasunta nuestro protagonista.
En ese sentido, “Un monstruo viene a verme” explora las contradicciones de la naturaleza humana y las ambigüedades éticas y morales que guían los comportamientos en situaciones extremas, comprendiendo los lógicos excesos y evitando los juicios de valor sobre aquellas personas que los cometen. Precisamente, eso es lo que le sucede a Connor, que frente al berenjenal emocional que atraviesa no toma siempre las mejores decisiones, en un contexto en donde además del drama materno debe afrontar el maltrato constante en la escuela, un conflictivo vínculo con su padre semi-ausente y una tensa relación con su abuela (Sigourney Weaver, en un gran papel).
Aún cuando sus alegorías resultan un poco obvias y subrayadas (lo cual acota la interpretación del espectador), el filme nunca pierde en honestidad, lo cual potencia la emotividad de su mensaje. Es cierto: la película quizás se torna demasiado literal y enfática en sus enunciaciones (y un poco anti-cinematográfica en ese sentido), pero al mismo tiempo las alocuciones del monstruo (que se asemeja a una figura paterna) y las lecciones que va aprendiendo Connor a lo largo del camino se van clavando como agujas en el corazón de los espectadores, en una mezcla de angustia y satisfacción difícil de describir.
En algún sentido, “Un monstruo viene a verme” expresa alguna lejana semejanza con “Bajo la misma estrella” (2014) pero sin el melodrama teen tan detestable e impostado que caracterizaba a aquella. En este caso, estamos ante una cinta terrible y emocionante a la vez, pero que evita los golpes bajos y los efectos de sentido lacrimógenos. La propia fortaleza de la historia, las excelentes actuaciones de Toby Kebbell y Felicity Jones y la maravillosa utilización de los efectos visuales son suficientes para lograr que esta bella fábula de superación llegue a buen puerto.