Un niño solo, afectado por la enfermedad de su madre, tiene como amigo imaginario a un monstruo que le permite lidiar con las tristezas diarias y algunas presencias reales demasiado duras. La idea de la fantasía como refugio infantil tiene picos maravillosos en el cine (“El laberinto del fauno”) y aquí el director Bayona logra capturar el clima inquietante y ambiguo del tema con la pregunta de para qué sirve la fantasía.