Una metáfora muy literal
Por su propia definición, una alegoría no puede ser acusada de literalidad. Sin embargo, en el caso de Un monstruo viene a verme, esa acusación es una buena forma de describir lo que resulta decepcionante de esta película. La intención alegórica del relato no funciona por no haberse elevado lo suficiente a la fantasía como para que el "mensaje" quede en segundo plano. Como cientos de las historias que se les cuentan a los niños desde siempre, Un monstruo viene a verme pretende utilizar lo fantástico para hablar sobre problemas muy reales. Conor (Lewis MacDougal) es un chico de 12 años que tiene que lidiar con la inminente muerte de su madre enferma (Felicity Jones); el maltrato que sufre en el colegio a manos de sus compañeros; la ausencia de su padre, y la adaptación a la convivencia con su abuela (Sigourney Weaver), una mujer que aparenta ser bastante dura.
Si suena a dramón de película para TV es porque, salvando distancias, lo es. El toque fantástico está en la aparición de un árbol que, en la noche, se transforma en monstruo (con la voz de Liam Neeson) y le cuenta historias a Conor para ayudarlo a enfrentar sus problemas. La relación de cada cuento con un aspecto específico de la realidad del protagonista es de una tremenda obviedad. Pero la forma que elige Bayona de plasmar esas historias, con segmentos de animación muy peculiares y atractivos, demuestra que podría haber sido otra cosa, una fantasía con más vuelo que envuelva al espectador junto con Conor, y cuya relación con el drama real fuera una bienvenida reflexión posterior.