El catalán J.A.Bayona (El orfanato, Lo Imposible) llevó a la pantalla esta novela de Patrick Ness, con guión del autor. Es la triste crónica de un niño solo, llamado Conor, desesperado ante la agonía de su joven madre (Felicity Jones), enferma de cáncer. Así de terrible es la base de esta historia en la que las pesadillas del chico abrirán una puerta onírica hacia un alivio posible, en la figura fantástica de ese monstruo con forma de árbol añejo y la voz de Liam Neeson, que aparece en su ventana. Si al principio mete miedo, la figura monstruosa se revelará como una única compañía y contención, una guía que a través de un juego prepara a Conor para lo que se le viene encima. Un monstruo está filmada con el profesionalismo del que Bayona ya se demostró capaz, principalmente en las secuencias fantásticas, que remiten a un universo cruce entre Spielberg y Tim Burton. Pero el guión no suaviza, no disimula, no ahorra detalles sombríos que permitan oxigenar la angustia del planteo general. Todo lo contrario: a la enfermedad de la madre -único sostén afectivo, único ser humano presente en la vida del chico-, hay que sumarle la violencia escolar y dos apariciones decepcionantes: una abuela (la gran Sigourney Weaver) tan dura y fría que apenas es capaz de tocar a un nieto tan necesitado, y un padre que ha formado una nueva familia y tiene escasa disponibilidad. A pesar de tanta aridez dramática, Bayona y Ness no tienen pruritos ni pudores a la hora de mostrar el deterioro físico de la madre, imágenes doblemente duras, pues las vemos a través de los ojos del menor. Es así que la presencia del monstruo, suerte de gurú brusco y un poco cruel pero finalmente amigo, aparece también como salvación de los espectadores, bajo fuego de esta ametralladora lacrimógena. El empeño por hacernos llorar es tan grande que el poder de sus imágenes y cuidados efectos especiales quedan impotentes para compensar la amargura.