Un monstro viene a verme retoma algo que el cine ha perdido casi por totalidad: la fantasía. Porque si bien hay mucha tecnología que se aplica en superhéroes, robots gigantes y explosiones, es muy difícil encontrar buenas historias que combinen lo cotidiano con lo fantástico.
Sin embargo recientemente tuvimos dos ejemplos: la genial remake de Mi amigo el Dragón (2016), y el injusto fracaso comercial de Spielberg Mi buen amigo gigante (2016). Ambas con un estilo similar de historia.
El estreno de hoy comparte elementos con estas películas pero con el agregado de una gran carga dramática.
Y aquí hay que hacer una aclaración importante porque nos encontramos con un film que puede afectar al espectador si ha pasado o está pasando un mal momento con alguien cercano que posea una enfermedad terminal.
Es muy fácil llorar y angustiarse con esta película pero también es sencillo emocionarse de forma esperanzadora.
Ahí radica todo lo genial que tiene porque logra balancear muy bien la cruda realidad con el mundo fantástico.
El director español Juan Antonio Bayona, cuya ópera prima fue ese peliculón llamado El Orfanato (2007), y viene de hacer Lo imposible (2012), mantiene su estilo oscuro y tensión entre los personajes.
Gran laburo del niño actor Lewis MacDougall junto a una demoledora Felicity Jones y Sigourney Weaver que siempre legitima.
Amén para la voz de Liam Neeson porque el monstro no hubiera sido lo mismo sin la presencia que él pude ponerle aún sin salir en pantalla.
El elenco funciona muy bien al compás de una historia bastante previsible pero no por ello menos impactante.
Está todo bien construido y bien filmado pero no puedo obviar el exceso de drama y lo lacrimógeno efectista.
Aún así es imposible no emocionarse con esta película en el buen sentido. Un cuento desgarrador pero al mismo tiempo reconfortante.
Bayona logra convertir la tragedia en una historia fantástica, de esas que te siguen acompañando por bastante tiempo.