Un mundo (in)feliz
Es imposible hablar del Teorema Cero sin hacer referencia a Brazil, la gran película de Terry Gilliam (Brazil, Monty Python, 12 monos, Pánico y Locura en las Vegas), no porque sea la distopía por excelencia, sino por el paralelismo con el mundo dominante contemporáneo en el cual ambas películas fueron producidas. En palabras simples, Brazil es a la burocracia lo que Teorema Cero es al sistema consumista y ultramediatizado actual, aunque ambas parezcan preocuparse por el futuro, en realidad le hablan al presente, critican a la sociedad del momento.
Qohen Leth (Christoph Waltz) es un sociopata que puso el sentido de su vida en una llamada, toda su existencia se reduce a ello, el resto es pura infelicidad, a pesar de ser uno de los empleados más eficientes de una corporación poderosa que programa teoremas como si fueran videojuegos. Qohen ignora todo lo que le rodea, y el mundo, principalmente su supervisor, también ignora sus pedidos y demandas, su deseo de trabajar en casa para estar atento a esa famosa llamada. Ten cuidado con lo que deseas que se puede cumplir, luego de un encuentro inesperado, la Dirección, representada por Matt Damon, le da el visto bueno a su deseo dejar de asistir a la oficina para resolver un teorema imposible y difícil de sobrellevar, por eso empezarán a vigilar las acciones de Qohen en su hogar.
Allí aparecen distintos personajes como Bob (Lucas Hedges), el inteligente hijo del director, o Bainsley (Mélanie Thierry), una especie de prostituta que seduce y íntima con Qohen para relajar toda la tensión que le demanda este arduo trabajo.
Los personajes, los planos, el desarrollo de las acciones y la estética que arma Terry Gilliam son tan característicos de su filmografía que aquellos que odian y aman al director norteamericano se podrán sentir satisfechos por reconfirmar sus pensamientos. Está claro que si tenés una idea hecha del universo Gilliam, aquí no vas a encontrar un cambio, por eso Teorema Cero es tan criticable como podría ser elogiada.
A pesar de que cuesta sacarle el rotulo de hermana menor de Brasil, los personajes están bien construidos. Para aquellos que conocimos a Christoph Waltz con Tarantino, nos encontramos con una caracterización completamente opuesta a aquellos personajes. Hay ciertos diálogos que son muy interesantes que atrapan a cualquier persona preocupada por la humanidad y el rumbo que adquirió en los últimos tiempos.
Se trata de una película para ver varias veces para poder analizarla correctamente. Bah, sucede eso con la mayoría de las películas de Terry Gilliam. Como también sucede con los finales que construye, que nunca terminan de cerrar del todo. Aunque claramente de lo último que produjo este director, es lo mejor que pudimos ver.
CUIDADO MINI – SPOILER
En la crítica a la sociedad, lo interesante es la vuelta argumentativa que tiene el film sobre el final acerca como “el sistema” utiliza a sus empleados para potenciar su rendimiento. Una digitación a lo Truman Show pero corporativa, aunque claramente con una naturaleza totalmente distinta, ya que Truman decide escapar de ese mundo por descubrir su perversidad, en cambio aquí Qohen no sospecha en ningún momento lo que está sucediendo.
Dentro de “Teorema Cero” todos los elementos de ayuda están para potenciar el rendimiento, nada ni nadie se preocupa por la persona. La liberación se puede ver en la soledad, en el paraíso interno. En definitiva todo lo que moviliza a las personas está en lo que cada uno se construye a sí mismo.
La película hace pensar por la forma en la cual se construyen las relaciones en el mundo moderno y en la deshumanizada relación de trabajo, aunque ésta última vinculada con la virtualidad de nuestra producción, y como toda distopía no es una reflexión feliz.
Por Germán Morales