Futuro que se ve viejo
Qohen Leth es un genio de las computadoras, que vive en un mundo controlado por Dirección, una oscura figura. Se le permite trabajar en su casa y así desde el interior de una capilla en ruinas, Qohen trabaja en la solución a un extraño teorema, un proyecto que podría descubrir todas las preguntas sobre la existencia. Terri Gilliam es un director de culto para toda una generación, pero su imaginario se ha vuelto cada vez menos interesante en el presente. Si bien sigue teniendo muchos seguidores, es más la superficie de su estilo lo que atrae que sus películas en sí mismas. Gilliam fue el menos conocido de los inolvidable Monty Phyton (dirigió Los caballeros de la mesa cuadrada) y fuera del grupo dirigió buenas películas como Los aventureros del tiempo y su obra más importante, Brazil. También Las aventuras del Barón Munchausen tuvo buena respuesta y gozó nuevamente de prestigio con 12 monos. Tal vez en Pánico y locura en Las Vegas mostró su poco interés en las narraciones tradicionales y es por eso que no deberíamos juzgarlo por su falta de ritmo y progresión dramática en sus films. Un mundo conectado se parece, y mucho, a Brazil, y aunque no es justo compararlas entre sí, al menos podemos recordar que Gilliam podía hacer buen cine dentro de su estilo personal. Su trazo grueso, su sátira sin sutilezas, acá agota más de lo que moviliza. Y a pesar de tener a su disposición una tecnología que le hace más fácil el camino de la ciencia ficción, la película se ve poco original con respecto a sus films de los ochenta.