El director de El custodio construyó una comedia asordinada, que describe las desventuras de Boris (Esteban Bigliardi), un joven al que su pareja, Ana (Cecilia Rainero), le pide “un tiempo” para pensar si quiere continuar con una relación que siente demasiado previsible, sin riesgo. El protagonista (un típico antihéroe) entrará en un estado de confusión que lo hará vagar sin rumbo fijo. En su viaje (tanto interior como exterior), Boris se irá a vivir a un decadente hotel de dos estrellas, adquirirá un viejo auto rumano con el que deberá atravesar una tormenta eléctrica, visitará bares y librerías de usados, seguirá a mujeres por la calle, tendrá algún romance fugaz, irá a fiestas y al casino, viajará sin suerte a Colonia y terminará cenando con un mecánico en la noche de Año Nuevo. Con un humor negro que por momentos remite al absurdo del cine del finlandés Aki Kaurismäki, del estadounidense Jim Jarmusch o del argentino Martín Rejtman, Moreno se arriesga con un film libre hasta lo anárquico y bastante desconcertante por sus bruscos cambios de situaciones, de tono, y de personajes secundarios. Bigliardi, actor-fetiche de la nueva generación del cine nacional, resulta el intérprete ideal para el atribulado Boris, mientras que en el terreno visual se destaca la fotografía de Gustavo Biazzi en el poco utilizado (en cine) formato casi cuadrado (1:1,33).