La historia de un fracaso
La nueva película de Rodrigo Moreno (El custodio) aborda la historia de un fracaso amoroso, la ruptura de una relación de pareja y el posterior divague que realiza Boris, su protagonista. Esta vez, y a diferencia de El custodio (2006), el director centra el relato en un universo más cercano, más personal, distanciándose así de la clase trabajadora.
Boris (Esteban Bigliardi) se separa de su novia Ana (Cecilia Rainero) en una interesante escena de cama. A partir de ese momento, naufragará en busca del sentido que lo haga sentirse pleno. Sin proponérselo, en esa búsqueda se topará con personajes de otra clase social –entre los que podría encajar perfectamente el custodio de su anterior película- perteneciente al gremio de los servicios.
La historia, si es que hay alguna, pues el sentido narrativo no es el primordial aquí, es la de un fracaso. Un fracaso amoroso que queda patente en las perdidas experiencias de su protagonista. Boris melodea, busca, se topa pero no encuentra nada que lo satisfaga. Por ello el registro de Un mundo misterioso (2011) es el de la contemplación de las situaciones. Aquí no hay una sucesión de tensiones que desemboquen en tragedia como sucedía en El custodio. Aquí apenas es el vagar. La abulía y apatía son las armas en que se basa Rodrigo Moreno para construir su relato.
Incluso hay una escena que funciona como intertexto de los motivos –o de la falta de ellos- en el film. En una librería se habla de un autor que había hecho un gran primer libro, un best seller le llaman, y ahora en este segundo menos interesante, pero con el éxito anterior el autor “se toma más libertades”. Otro personaje afirma que en el libro no pasa nada al que otro arremete “¿Por qué tiene que pasar algo?”. Un mundo misterioso hablando de Un mundo misterioso.
Pero lo interesante es que en El custodio Rodrigo Moreno hablaba de una clase social a la cual no pertenecía. La clase social del custodio en cuestión. En Un mundo misterioso habla de una clase social cargada de conflictos existenciales e incertidumbres. La libertad les plantea esa posibilidad pero también el sin sentido constante, algo que no sucede con los personajes de la clase “trabajadora” con los que interactúa. El mecánico, los dueños del hotel de pasajeros donde Boris se hospeda, el caminonero que lo asiste en la ruta, el colectivero que tiene un recorrido fijo, etc. Todos los personajes más allá de su soledad y limitaciones tienen un sentido existencial, el sentido que les otorga el trabajo. En cambio nunca sabemos a qué se dedica Boris, lo que sí, que no tiene rumbo ni motivaciones para actuar. El fracaso amoroso le dispará una serie de fracasos personales y la deambulación constante.
Un mundo misterioso de misterioso no tiene nada. El misterio queda reducido a la abulía de ese micro mundo existencial que aqueja al protagonista y, quizás también, a su director Rodrigo Moreno.