El ser y la nada
Un mundo misterioso, el nuevo film de Rodrigo Moreno se presenta en la competencia argentina del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires 2011.
El segundo film del director de El custodio, Rodrigo Moreno, había generado grandes expectativas dentro de la competencia argentina de la 13° edición del BAFICI. Un mundo misterioso había pasado ya por la competencia oficial del Festival de Cine de Berlín con respuestas contradictorias.
La película de Moreno vuelve a transitar los ritmos lentos y los silencios, pero esta vez no cuenta con la experiencia actoral de Julio Chávez, que deslumbraba en El custodio. El film comienza con el momento en que Ana (Cecilia Rainero) le anuncia a Boris (Esteban Bigliardi) que quiere separarse, tomarse un tiempo para pensar. "¿Cuánto tiempo?", pregunta él. "Un tiempo, no puedo medirlo", contesta ella. La solidez y el interés que provoca la escena no logran mantenerse en el resto de la película que mostrará el deambular del personaje de Boris por un hotel deprimente y por fiestas con viejos amigos con quienes no parece tener nada en común.
El relato parte todo el tiempo desde ese hombre treintañero que de un día para otro tendrá que aprender a vivir con su soledad. Una vida simple, sin momentos de tensión ni algún hecho que pueda cambiar la estructura narrativa, que se vuelve lineal de principio a fin. Boris es un hombre que no tiene nada que hacer, su mayor acción es comprarse un auto usado que lo dejará en la ruta cada vez que quiera emprender un camino hacia alguna parte. El protagonista está aburrido de su libertad, no tiene a donde ir, no tiene un trabajo para mantenerse, no tiene nada y la película cae desesperadamente en esa nada.
Un mundo misterioso se refiere de alguna forma a Buenos Aires y tal vez ese sea su mayor hallazgo. La película muestra las calles de la ciudad, las más reconocibles y las olvidadas, las internas, las que no se transitan todos los días pero que forman parte de la gran urbe. Se detiene también en sus bares antiguos, en sus portones y sus adoquines gastados, en una ciudad que poco a poco está dejando de ser. El personaje es lo que es en esa búsqueda por encontrarse también porque vive en Buenos Aires. Un escenario que de por sí genera nostalgia.
El film no toma postura ni juzga a sus protagonistas, los deja ser, los muestra en su cotidianeidad, los libera de las redes de la vida laboral, descarnados, pero sin mucho que revelar. La trama recuerda a los primeros pasos que dio el llamado nuevo cine argentino, sumando elementos de humor y reminiscencias del absurdo.