Un mundo seguro

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

Podríamos pensar que Un mundo seguro es una apuesta valiente, para la filmografía argentina dentro de lo que podría denominarse un thriller sicológico con muchos deseos de provocación.

Un hombre al que los medios consideran exitoso, (que no es lo mismo que la sociedad) que en realidad rebosa de patetismo y adicciones, es asaltado por un encapuchado que, al reconocerlo, en lugar de robarle decide vejarlo.

Este hecho contribuye al desarrollo de una paranoia representada por una máscara que aparece y desaparece, con cuchillos y todo. A lo que se suma la persecución de un “chismoso de la TV” que conoce su obsesión, y la propia elección del protagonista de buscar seguridad en un bunker tecnológico con 80 pantallas que lo vigilan, que le ha vendido la empresa Your home Your World, prometiéndole tranquilidad.

Elección que devendrá en su propia cárcel privada y lo conducirá a la locura.

Por momentos en extremo revulsivo, no es la revulsión lo que molesta sino el cuestionamiento sobre ciertas escenas, y qué aportan realmente al desarrollo y sentido del film, aunque su director tiene más o menos claro “que es una historia tipo clase B con calidad de cine profesional”.

Casi todo el peso del film recae en Carlos Belloso, que hace una especie de unipersonal. Bienvenido en este caso porque el resto de los personajes resultan estereotipados, de ex profeso o no finalmente estereotipados, por lo tanto inverosímiles. Como resulta Belloso en las primeras escenas y que paulatinamente va mejorando a lo largo del film.

Teniendo claro que la exigencia para construir este personaje es realmente mucha, y que la pretensión es dar cuenta de un sistema pretendidamente seguro tecnológicamente hablando, y en consecuencia deshumanizado, y por lo tanto artificial. Podemos decir, que la idea no deja de ser interesante y la producción y el montaje también lo son, como lo es la dirección de arte. Tanto como el clima que está logrado y que se percibe en el crescendo de la tensión.

Miedos, fantasmas, promesas fallidas de un mundo mejor, alcohol, prostitución, droga, vigilancia y autocastigo son algunos de los ingredientes, que hacen de este thriller una comida un poco indigesta para una noche de reyes. Habrá que esperar la manera en la que de acá en más encuentra su propio público.

Publicado en Leedor el 6-01-2012

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