En esta comedia israelí, escrita y dirigida por Rama Burshtein, protagonizada por Noa Koler, se da como supuesto que lo que le ocurre al personaje principal tiene que ver directamente con su formación religiosa judía ortodoxa. Para ella que durante mucho tiempo buscó a su novio ideal, a través de una agencia, la máxima aspiración de su vida es casarse, ser amada, no estar sola, formar una familia. La soledad es sinónimo de humillación Aclarado este punto, a años luz de cualquier reivindicación de género, la comedia que se plantea tiene su ingenio. Un mes antes del casamiento, cuando están degustando la comida de la fiesta, el novio le confiesa su falta de amor, que después tendrá sus derivados. La prometida, decide entregar su suerte a Dios y seguir adelante con la boda, en treinta días, el supremo le dará un novio. Así sigue con las invitaciones, la mudanza al nuevo departamento, el vestido. Y las citas que le arreglan o el destino le depara. En ese camino cada candidato es radiografiado con humor, no pocas ironías y la supuesta fe inquebrantable del “dios proveerá” de la heroína que transita angustias rayanas con la locura y siente que esta al borde del abismo. Con un suspenso bien dosificado y pistas falsas, el entretenimiento liviano esta garantizado.