Yo me quiero casar
La película israelí Un novio para mi boda (Laavor et hakir, 2016) se concentra en el deseo de Michal, una joven judía ortodoxa que quiere casarse. Como sea.
Casi como si fuera “lo lógico”, cuando se estrena una película de una cinematografía poco difundida buena parte de los espectadores tienden a buscar “lo diferente, lo singular”. Que a veces asume la forma de pintoresquismo, y otras veces la forma de apunte sociocultural más profundo. Un novio para mi boda tiene más de lo primero que de lo segundo. La película es tan rígida (en su forma, pero también en las creencias que predica) que cuesta encontrarle matices más allá de su procedencia.
Queda claro que para la realizadora Rama Burshtein el deseo de Michal (Dafi Alferon) es tan genuino como comprensible. Anclada en las creencias más ortodoxas del judaísmo, esta convicción no tiene que ser negativa en términos dramáticos per se. El problema es que sin generar en el personaje otro efecto que no sea el de la insistencia, ese deseo se transforma en un impedimento para que la película plantee ambigüedades, líneas de fuga, nuevas zonas para explorar, en definitiva, por qué esta joven quiere casarse de la forma que sea.
Dejada por su pretendiente apenas comienza el film, Michal se autoimpone una regla: en un mes tendrá que dar el sí. En definitiva, el catering está encargado y nadie se quiere perder una boda. Sin transitar otros malestares más que el que ella misma se adjudica, su vida transcurre entre el tiempo que le dedica a su empresa de entretenimientos (una suerte de show itinerante de animales), la recurrencia a compartir su desdicha con cuanta amiga se le acerque, y el desfile de candidatos que le presentan para ponerle un punto final a su amargo derrotero.
Además de su unidimensionalidad, Un novio para mi boda tiene otro problema vinculado a su adscripción genérica. Porque más allá de su puesta televisiva, como drama es demasiado irrisoria y como comedia se torna en exceso dramática. Condenada al corset de su tradición y su tesitura, lo que le pasa a Michal es un poco lo que le termina pasando a todo el relato: queda en un pozo desde el que se puede explorar muy poco. De ese lugar al tedio, se imaginarán, no hay mucha distancia.