Un novio para mi boda, de Rama Burshtein
Por Marcela Barbaro
Dentro de la producción audiovisual israelí la incorporación de artistas pertenecientes a la comunidad de los “haredim o ultraortodoxos” se volvió central para el desarrollo cinematográfico con títulos como Kadosh de Amos Gitai y Ya no me amarás de Haim Tabakman, entre otros. Los haredim están sujetos al rigor espiritual, sin alterar ni escaparse de los preceptos religiosos de su comunidad; es el caso de la realizadora judía Rama Burshtein (El corazón tiene sus razones, 2007), quien se aleja del drama de su primer película, para ofrecer una comedia romántica donde la religión ocupa el lugar central.
Michal (Noa Koller), es una mujer de unos treinta años abandonada por su novio un mes antes del casamiento. A pesar de tamaña desilusión decide mantener la recepción, las invitaciones y el rabino como su consejero. Lo único que deberá hacer es entregarse a Dios para que le conceda un milagro: encontrar un marido en 30 días.
La protagonista se muestra alejada de la religión hasta que sufre el abandono. A partir de allí, su deseo de ser amada y poder amar a alguien la llevará a volcarse a Dios, a quien le implora un novio para el último día de celebración del Janucá (La fiesta de las luces) una celebración judía que abarca ese lapso de tiempo. Desde ya, la recuperación de esa fe se ligará al cumplimiento del deseo.
Rama Burshtein tardó diez años en filmar la película por cuestiones religiosas que la alejaban del mundo laico. En su equipo cuenta con dos colaboradores fundamentales: su ayudante de dirección, quien evita cualquier encuentro inconveniente con un hombre, y su rabino, experto en cine judío. De esta manera, la realizadora construye un relato clásico, desde lo formal, donde los primeros planos y la cámara cercana a una protagonista que nunca abandona, le imprimen un tono intimista y contemplativo. Si bien Michal tiene citas con distintos candidatos con quienes mantiene largos diálogos, la premisa religiosa que subyace en la historia, le resta libertad, rebeldía y también predice cierto desenlace. La extrema religiosidad de Burshtein no le permite otra forma más abierta de la que ofrece, hay un condicionamiento per se. La composición de las imágenes y las acciones del resto de los personajes estarán siempre sujetas a ese dogma.
Un novio para mi boda o Cruzar el muro como también se la conoce, fue bien recibida en su país como en su paso por diversos Festivales. Obtuvo varios reconocimientos, entre los que se destacan los otorgados por la Academia de cine Israelí y el Festival Internacional de Cine de Haifa como mejor actriz a la talentosa Noa Koller. También fue nominada como mejor película extranjera en el Festival de Cine de Venecia.
Si bien la temática de historias en torno a casamientos o bodas han poblado el cine con películas que abordan tópicos bastante similares y quedan en el olvido. En ésta ocasión, Un novio para mi boda no es la excepción, aunque sí se diferencia por el peso de su trasfondo: la fe. Una propuesta, donde no hay otra posibilidad más que la esperanza puesta en la creencia.
UN NOVIO PARA MI BODA
Laavor et hakir. Israel, 2016. .Guión y dirección: Rama Burshtein. Intérpretes: Dafi Alferon, Noa Kooler, Oded Leopold, Ronny Merhavi, Udi Persi, Jonathan Rozen, Irit Sheleg, Amos Tamam, Oz Zehavi. Música: Roy Edri. Fotografía: Amit Yasur. Duración: 110 minutos.