El ultimátum
Ya en su ópera prima Rama Burshtein sondeaba los tópicos relacionados a los mandatos culturales y al rol de la mujer en sociedades como la judía. Pero en el sector ortodoxo del judaísmo se entretejen una serie de factores que no sólo se vinculan estrictamente con el tema religioso, sino con un modo de entender los caminos hacia la auto realización.
A simple vista, Un novio para mi boda podría enrolarse como una comedia romántica israelí for export, ese cine poco interesante que repite a rajatabla los canónicos postulados de Hollywood como la sobrevalorada El gran casamiento griego. Pero no hay que engañarse, porque dentro de esa apartente superficialidad, se desarrolla una historia con planteos válidos, que van más allá de la anécdota de la soltera que busca desesperadamente contraer matrimonio y no tiene suerte con los candidatos que se presentan en su búsqueda.
La trama asimila desde el primer minuto la crisis del personaje protagónico y su tensión irresuelta entre su deseo de ser como las demás mujeres ortodoxas y su dilema religioso al anteponer su propia fe como parte de un destino, ajeno a su voluntad.
El ultimátum de casarse en treinta días tras un fracaso de un compromiso reciente y la persistencia en conservar el salón de bodas y las invitaciones para concluír con el ritual y cumplir el mandato matrimonial hasta que la muerte la separe, opera en este caso como detonante de la propia voluntad, en el sentido de que esa búsqueda del potencial esposo no se detiene, y mucho más aún los miedos de un nuevo fracaso.
Más allá de los clichés y estereotipos siempre ligados a las situaciones de humor, la virtud de Rama Burshtein en este nuevo opus es sostener el verosímil de su historia, sin exagerar ni forzar el cuento de hadas, pero tampoco clausurando la alternativa de final feliz despojada de un cinismo habitual en cierto tipo de comedia romántica, presente para los memoriosos desde El graduado y su final demoledor.
Es más que probable que la identificación del público femenino con los avatares y peripecias de Michal (Noa Kooler) prevalezca frente a la mirada del público masculino, aunque eso no quita el interés que pueda suscitar una historia que trasciende su cultura y su coyuntura.