Un nuevo camino, de Ben Lewin
Por Ricardo Ottone
La original serie Star Trek (1966-1969) fue uno de esos Big Bangs culturales (como Star Wars, como La noche de los muertos vivos) cuyo grado de expansión excede por mucho lo previsto por sus propios creadores, en este caso el legendario Gene Roddenberry. Nuevas temporadas, nuevas series, películas, spin offs, reboots, dibujos animados, comics, videogames. Un universo en constante crecimiento (y facturación) en eso que ahora solemos llamar franquicia. Pero además de una marca, Star Trek es un fenómeno cultural y por eso, aparte de la oferta oficial, tenemos un montón de productos derivados: homenajes, parodias, documentales, imitaciones, sketches, fanfiction, así como múltiples guiños y referencias dentro de la cultura pop. Todo esto sostenido por esa legión de fanáticos fieles e irreductibles que en una época llamábamos Trekkies pero ahora tiene mas onda llamar Trekkers. Para comprobar su grado de fanatismo se puede ver el documental Trekkies (1997) y sorprenderse con los niveles de compromiso personal y afectivo de algunos de ellos en esto que para los otros (los de afuera) es apenas una saga de ciencia ficción.
Wendy, la protagonista de Un nuevo camino, es una Trekker. Y además es autista. Las comparaciones entre cierto fanatismo obsesivo y el autismo están servidas pero eso no es de lo que se trata (por suerte). Por el contrario, para Wendy Star Trek es un refugio, una línea de conexión al mundo. Su visualización religiosa y el conocimiento enciclopédico le proporcionan un equilibrio en su por otro lado inestable condición psíquica. A Wendy también le gusta escribir y lo hace con el mismo nivel de precisión milimétrica y conocimiento de causa con que encara todo lo que se relaciona con su objeto de afición. Cuando se entera de un concurso anunciado por Paramount para mandar guiones originales para un capítulo de la serie, escribe el suyo para participar y además, por qué no, para transformar su experiencia fanfic en canon. Pero como se le pasa la fecha para que llegue a tiempo por correo, decide escaparse del centro de salud mental donde vive en San Francisco para viajar hasta Los Angeles y entregar el guión en mano.
Así tenemos el planteo para una road movie en clave de autoayuda, con el viaje como aprendizaje y la meta (entregar el guión) como una excusa para la superación y para resolver, de paso, aquellas cosas que están estancadas en su vida, en particular la relación con su hermana. Porque el viaje que para otra persona sería de lo más sencillo, para la protagonista es como ir al infinito y más allá. Por ende, atravesar esa odisea le va a dar la posibilidad de salir transformada. Aquellos que esperan sensiblería y golpes bajos que no se preocupen porque eso es lo que van a obtener. La estructura episódica de las road movies va a servir para que Wendy se encuentre en diferentes situaciones frente a diferentes personajes que se van a aprovechar de ella, le brindaran ayuda o directamente la van a ignorar. Y si un personaje con autismo no fuera suficiente para manipularnos, también nos meten un perro. Literalmente hablando, ya que un pequeño perrito va a acompañar a la protagonista en su viaje para añadir un poco de simpatía y ternura canina.
El film está basado en una obra de teatro del mismo guionista. De todos modos a su propuesta se le puede rastrear un antecedente literario en “El curioso incidente del perro a medianoche”. Una novela del escritor inglés Mark Haddon, donde un adolescente con síndrome de Asperger y fanático de Sherlock Holmes, para resolver un presunto caso policial en su barrio, tiene que salir a enfrentarse con ese mundo exterior con el que le cuesta relacionarse. Allí donde aquella novela resultaba exitosa era en presentarnos un protagonista con problemas psicológicos sin basarse en la conmiseración. Por el contrario, aquel despertaba la empatía del lector a partir de su ingenio, la originalidad de sus razonamientos y la forma en que lograba resolver los desafíos que le planteaban tanto las situaciones como su propia condición. Lo opuesto es lo que sucede con Un nuevo camino, donde, a pesar de que Dakota Fanning hace lo que puede para darle más espesor al personaje que le toca en suerte, la apuesta es apelar a la piedad del espectador ante los múltiples sufrimientos y dificultades de la protagonista.
Los pocas escenas que no están basadas en la compasión y donde la emotividad se siente más efectiva y genuina son aquellas en las que Wendy puede compartir su fanatismo con otros personajes: el policía que le habla en klingon, el hijo de la terapeuta que lee su guión. En esos momentos puede sentirse integrada a una cierta comunidad donde su conocimiento y compromiso con la serie no es un fenómeno de circo sino algo que le permite ser alguien y destacarse. Escasos momentos a lo largo del camino de un film claramente condescendiente.
UN NUEVO CAMINO
Please Stand By. Estados Unidos. 2017.
Dirección: Ben Lewin. Intérpretes: Dakota Fanning, Toni Collette, Alice Eve, River Alexander, Michael Stahl-David, Tony Revolori. Guión: Michael Golamco, sobres su propia obra. Fotografía: Geoffrey Simpson. Música: Heitor Pereira. Dirección de Arte: Lindsey Moran. Diseño de Producción: John Collins. Producción: Lara Alameddine, Ben Cosgrove, Tim Crane, Mark Cuban, Daniel Dubiecki, Nash Edgerton, David Grace, Todd Wagner. Distribuye: Digicine. Duración: 93 minutos.