Dirigida por Barry Levinson, que adaptó una novela de Phillip Roth que le permite a Al Pacino un buen lucimiento, porque encarna a un actor ya en su decadencia, que ya no puede memorizar las obras, y tiene fantasías y realidades mezcladas, que obligan al espectador a estar atento y no caer en trampas. Profunda mirada sobre la naturaleza humana, ideal para este actor que no piensa en el retiro.