Ni Pacino redime irregular film de un Levinson decadente
Cuando Pacino aprovecha bien diálogos o situaciones hechas a su medida mejora “Un nuevo despertar”, film con torpezas formales y técnicas más propias de un amateur que de Barry Levinson.
Hace un par de meses se estrenó en la Argentina la última película de Al Pacino, "Directo al corazón" ("Danny Collins"), donde el inigualable intérprete que siempre será relacionado con personajes únicos como Michael Corleone, Serpico o Tony Montana Scarface, se dedicó a burlarse de sí mismo al encarnar a un cantante pop ridículo y decadente intentado casi un poco demasiado tarde darle un giro sensato a su vida tanto en lo artístico como en lo personal.
De algún modo, "Un nuevo despertar", su película anterior, pero que nos llega después de "Danny Collins", se centra en el mismo conflicto, sólo que lo hace de una forma bastante menos sutil desde el momento en que Pacino interpreta a un prestigioso actor shakespeariano cada vez más confundido entre la realidad y la ficción, al punto de que se le mezclan los parlamentos de distintas obras y se pierde en el backstage del teatro.
La decadencia del histrión queda en evidencia cuando se arroja de un escenario y luego de pasar unos días en un psiquiátrico, decide retirarse del teatro avergonzado de que la prensa especializada se refiera a él con apodos como "el hombre araña shakespeariano".
Pronto sus locuras solitarias que ni siquiera entiende del todo su psiquiatra, que lo atiende vía Skype, son potenciadas por la mala influencia de varias mujeres desquiciadas, empezando por una ex lesbiana que se suponía era su ahijada y que podría ser su hija- pero que está decidida a probar la heterosexualidad con el famoso actor que admiró desde niña.
La novela de Philip Roth en la que se basa, por momentos plantea una relación similar a la de "Ese oscuro objeto del deseo" de Luis Buñuel, y no por nada el título original del film bes "The Humbling" ("La humillación", igual que la novela).
Como comedia negra, hay grandes momentos de chistes corrosivos acerca de estas relaciones dementes, y en las mejores escenas, Pacino realmente se divierte y divierte al público con el patetismo desmedido de su personaje. Lamentablemente, la película parece filmada por un amateur (algo curioso dado que algo que no le faltó nunca a Barry Levinson, fue prolijidad en lo formal, esencial para éxitos masivos como "Rain Man").
Aquí todo está filmado demasiado rápido, sin mucho rigor, abusando de unos pocos decorados y saturando las repetitivas confusiones del protagonista, que más que el personaje de la novela de Roth, es obviamente una caricatura de Pacino.
Fallida a varios niveles (torpezas formales y técnicas, falta de ritmo y de foco en la sustancia de lo que se narra), de todos modos cada vez que Pacino aprovecha bien un diálogo o una situación hecha a su medida, casi redime el conjunto: las escenas buenas, son muy buenas. El elenco también está aprovechado a medias, con una atractiva Greta Gerwig que parece salida de una buena comedia del Robert Altman de los años 70, y es la encargada de aportar una bienvenida dosis de morbo. En este sentido hay detalles retorcidamente divertidos, y dado que uno de los guionistas es Buck Henry, uno de los creadores de "El agente 86", la mezcla de ingenuidad y perversión de los diálogos entre la pareja central podría verse como una versión subidísima de tono de las clásicas rutinas entre Maxwell Smart y la 99.
Pero la verdad es que la película es demasiado larga y despareja y desaprovecha todo tipo de talentos, empezando por un par de actrices de peso como Dianne Wiest y Kyra Sedgwick, realmente muy mal dirigidas por un Barry Levinson casi tan decadente como su personaje principal.