Un papá singular: El regreso de Walter Mitty.
Ben Stiller vuelve a la comedia con tintes de drama y de reflexión continua. Un género que si bien no es el que mejor le queda, resulta bastante interesante.
Lo primero que debe decirse sobre la película del director y guionista Mike White es que su traducción del idioma original nada tiene que ver con lo que la trama propone. Sí, hay un papá (Ben Stiller) pero el mote de singular no es exactamente lo que identifica a este hombre de 47 años, con una crisis existencial que bien puede tener que ver con la inminente ida de su hijo a la universidad o tal vez con un posible balance sobre qué logros ha obtenido en casi la mitad de su vida.
El título original Brad´s status es en sí lo que define el relato, ya que su protagonista homónimo parece estar en esa instancia de comparación continua con el resto de los mortales, ya sea su mujer, sus amigos de la universidad y hasta su propio hijo.
El viaje, literal y metafórico, comienza con Brad acompañando a su hijo Troy (Austin Abrams) a la ciudad de Boston, en plan de visitar todos los campos de las distintas universidades donde Troy, un músico prodigio, podría aplicar. Tras una confusión de fecha por parte de este talentoso, pero algo distraído joven, la cita más importante con el decano de Harvard se ve truncada y es su padre quien deberá salir al rescate y poder lograr que su hijo sea entrevistado.
A lo largo del argumento veremos como la crisis de Brad se acentúa cada vez más, mediante un replanteo que implica dudar si hizo bien en casarse con su actual esposa, (alguien a quien parece juzgar por conformarse con la vida que lleva), la incertidumbre que conlleva su trabajo en una organización sin fines de lucro, mientras todos sus amigos son exitosos, millonarios, brillantes y, al menos para él, extremadamente felices.
El tono constante de negatividad de Brad se sortea gracias a la impecable labor de Ben Stiller, quien si bien se mueve más cómodo en el género cómico, sabe como dominar y sacar provecho de estos personajes melancólicos, por momentos algo patéticos, que buscan constantemente respuestas. Hay una similitud demasiado marcada con su anterior personaje de mismo índole, aquel Walter Mitty, quien se la pasaba imaginando e imaginándose en distintos escenarios o situaciones fascinantes, con Brad sucede lo mismo aunque el efecto imaginario puede ir desde situaciones hiper felices a momentos de puro drama.
Una comedia dramática, algo agridulce, con un elenco parejo, donde destacan Stiller y Abrams, en una relación padre e hijo que por momentos logra emocionar y llevar a la reflexión al espectador, desde el rol que le corresponda.