De padres, hijos y la vida vista a través de las redes sociales
Es posible que algún profesional de la salud mental ya esté trabajando en el singular pero extendido sentimiento, tan parecido a cierta angustia existencial, que provoca revisar las redes sociales de viejos amigos o conocidos. Las sonrisas y los viajes a lugares extravagantes, todo cuidadosamente posado para Facebook, y las delicias gourmet perfectamente iluminadas en Instagram pintan el mundo de los otros con los más maravillosos colores, aunque vistos de cerca se parezcan bastante a los de todos los demás. Ésa parece ser la lección que todavía le falta aprender a Brad Sloan (Ben Stiller), un hombre inmerso en una profunda crisis de la mediana edad. Un bajón que no hace más que empeorar cuando se decide a espiar la vida de sus amigos y ex compañeros de universidad.
Brad no puede evitar comparar su vida con la de los otros, que de acuerdo con su visión lo superaron en éxitos profesionales y felicidad personal. En una serie de monólogos interiores y elaboradas fantasías sobre la vida imaginaria de esos seres, a los que sólo ve a través de las redes sociales, el protagonista se cuestiona cada una de las decisiones que tomó en su vida y que lo llevaron adonde está.
Lo que podría ser un drama desgarrador sobre las expectativas frustradas y la desesperación de toda una generación rodeada de privilegios y oportunidades que no supo aprovechar, de la mano del director y guionista Mike White, guionista de Escuela de rock y creador de la brillante serie Enlightened -en las que también actuó-, resulta en una comedia amarga, pero comedia al fin. Con un humor asordinado que en gran medida deriva de la capacidad de Ben Stiller para transmitir la confusión de Brad y su fallida percepción de la realidad, la película tiene un personaje central que puede generar iguales medidas de empatía y fastidio.
Así, cuando Brad acompaña a su hijo a las entrevistas en universidades a las que el adolescente podría asistir, su alivio es evidente. Como si pensara que los resultados académicos del chico demuestran que al menos algo hizo bien en su vida. Claro que lo que expone ese pasaje es el egoísmo rampante del personaje, que desde hace tiempo no sabe qué le interesa al muchacho, que sin demasiadas opciones le tiene extraordinaria paciencia.
Lejos de sus papeles como el comediante apto para todo público de Una noche en el museo y La familia de mi novia y más cerca de aquellos de Mientras somos jóvenes y TheMeyerowitz Stories (Noah Baumbach) y La increíble vida de Walter Mitty,que él también dirigió, Stiller compone a un protagonista egocéntrico hasta el ridículo, cuya extrema sensibilidad podría ser también su última oportunidad.