En crisis existencial
Hay un viejo chiste que habla de un hombre al que se le pincha una rueda en medio de la ruta y recuerda que cerca vive un viejo amigo. Decidido, pese a que no lo ve hace mucho tiempo, camina hasta la casa para solicitarle ayuda mientras sus pensamientos se vuelven cada vez más oscuros de si “¿me prestará el cricket?”, “este no me va a prestar nada”, “este no me va a atender”, etc. Cuando llega el amigo abre la puerta y le dice “sé que no me vas a prestar nada, gracias igual”, y se va.
En este chiste, que narrado oralmente seguramente es más divertido que leerlo, se esconde la idea principal de una película como Un papá singular (Brad’s status, 2017) con Ben Stiller como Brad, el protagonista, en medio de una crisis existencial e incapaz de ver los logros que hasta el momento alcanzó. Brad se pregunta todo el tiempo qué fue lo que hizo mal en su vida para encontrarse en la actualidad por debajo de los niveles de expectativa del resto de la sociedad. Mientras lucha con esos fantasmas que van y vienen todo el tiempo, su hijo (Austin Abrams), un adolescente también conflictuado como él, se encuentra ante el umbral de su carrera Universitaria.
Decidido a acompañarlo a recorrer cada uno de los campos de las facultades a las que podría ir, pero con el anhelo de que pueda ingresar en Harvard, el joven confunde la fecha de entrevista por lo que Brad deberá contactar aquellos amigos de la escuela que hoy en día poseen un estatus social y una posición considerable y que podrían ayudarlo a conseguir que su hijo ingrese sin mucho esfuerzo en el lugar.
Ben Stiller brilla como Brad, no sólo en la actuación sino en la interpretación de los diálogos en off que dirigen la narración, además la decisión del director Mike White de utilizar planos cortos, muy cortos, para generar una cercanía Inevitable con el personaje, independiente de la empatía o no que se pueda llegar a tener con él por su pesimismo radical.
La verborragia y la virulencia de algunos textos como así también la dirección de cámara nerviosa, o la incorporación de escenas oníricas que se condicen con la imaginación del protagonista, acercan a Un papá singular a un cine reflexivo sobre personajes y momentos particulares de crisis existenciales, en donde Woody Allen es tal vez el ejemplo más elaborado, pero en donde una nueva generación de cineastas, por citar solamente a uno de ellos Noah Baumbach, han sabido también construir relatos intensos sobre el hombre y sus logros.
El título que eligió la distribuidora local tal vez no es el mejor para dar cuenta de una película lúcida, brillante, luminosa, a pesar del poco positivismo del personaje protagónico. Mike White imaginó esta película para el lucimiento de Ben Stiller, un gran comediante.
Tampoco sería tan errado sentir que su espíritu analítico imposibilite un disfrute y un regocijo ante las desventuras de Brad y su hijo, porque en el fondo Un papá singular es una acabada reflexión sobre la fama, la envidia, los celos, la profesión y, principalmente, la familia en el siglo XXI.