A medio camino entre el thriller y la comedia negra, el director Paul Feig maneja con gracia los cambios de registro de una película tan original como consciente de sus influencias. Stephanie Smothers (Anna Kendrick) es una vlogger que califica como la típica soccer mom de los suburbios estadounidenses, pero esconde más secretos de los que aparenta con su dulce personalidad. Tragos de por medio, se hace amiga de la elegante y enigmática Emily Nelson (Blake Lively), una exitosa empresaria del mundo de la moda cuyo hijo asiste a la misma escuela que el de Stephanie. Cuando Emily tiene que dejar la ciudad por una emergencia, le pide un pequeño favor a su nueva amiga, pero desaparece misteriosamente.
A partir de ese momento, Stephanie asume la misión de resolver el caso y encontrar a su amiga, acercándose a su esposo. La protagonista se enfrenta, entonces, con los prejuicios del resto de la comunidad y sus propios conflictos internos. Hasta acá, todo lo que se puede contar de la trama sin revelar ninguno de sus puntos importantes.
La campaña publicitaria de la película merece una mención especial, ya que muestra apenas lo necesario, planteando la incógnita de la desaparición de Emily como un juego a resolver con el espectador. En una época de excesivos avances, trailers y expectativas desmedidas por cada estreno comercial, resulta una bocanada de aire fresco llegar al cine sin saber demasiado sobre la trama.
Las dos protagonistas se lucen en papeles que parecen escritos exclusivamente para ellas, con una dinámica que va cambiando durante toda la película a un ritmo vertiginoso, sin tiempo para elucubrar teorías. Tanto Emily como Stephanie tienen más capas de las que dejan ver a simple vista y las van revelando con una mezcla de drama, terror psicológico e ironía fina. La química entre las dos actrices le hace honor a la fama de Feig de sacar lo mejor de sus intérpretes femeninas, con un guión escrito por Jessica Sharzer (American Horror Story, 2011-2015) que se empasta hacia el final.
Basada en el libro homónimo de Darcey Bell, Un pequeño favor (A simple favor, 2018) tiene un estilo muy propio que matiza con música pop, colores vibrantes y referencias a Diabolique (1996) y otros clásicos del género, haciendo girar la trama hacia lugares conocidos y sin embargo poco explorados. Las excesivas vueltas de tuerca y las retorcidas motivaciones de sus protagonistas no llegan a eclipsar la experiencia de una película divertida, bien actuada y dirigida, con mucha personalidad.