Paul Feig ha construido una filmografía cruzando universos femeninos con los mecanismos más habituales de la comedia. Así lo hizo en Damas en guerra (2011), Chicas armadas y peligrosas (2013), Spy: una espía despistada (2015) y Cazafantasmas (2016). A eso le suma en Un pequeño favor una dosis de oscuridad y una trama más volcada al thriller que a la comedia pura.
La protagonista es Stephanie (Anna Kendrick), una bloguera viuda y madre de un chico que comparte aula con el hijo de Emily (Blake Lively) y Sean (Henry Golding, protagonista de Locamente millonarios, otro estreno de esta semana). Las “citas de juegos” para los chicos son la excusa para que, entre martinis bien cargados de alcohol, las madres inicien una relación amistosa, casi confidente.
Un día Emily le pide a Stephanie el pequeño favor del título: cuidar un rato a su hijo mientras soluciona unos problemas laborales de último momento. Ese rato se prolonga durante horas, y después por días. La policía no tardará en encontrar el cadáver de Emily sumergido en un lago. Pero, claro, las cosas no son tan claras como parecen.
Un pequeño favor arranca con la sensibilidad y el timing de una comedia: una protagonista buena, inocente pero no tonta, que se contrapone a la seguridad avasallante de su contraparte. Pero lentamente las cosas comienzan a enturbiarse debido a la revelación de diversos secretos sobre ellas. Las chicas, lejos de la imagen de perfección que transmiten, esconden un pasado oscuro y tortuoso.
Feig irá abandonando ese tono cómico para abrazar el thriller siguiendo la investigación de Stephanie, al tiempo que el crecimiento en peso dramático del personaje de Sean sirve para elaborar un triángulo romántico que oscurece aún más la tonalidad del relato. Lentamente se irán colocando las piezas de un rompecabezas que involucra tanto el presente como el pasado de Emily.
El director maneja con destreza los cambios de tono y el carácter ominoso que asoma en el trío protagónico. Pero el problema es que las costuras del guión se vuelven visibles. No le hubiera venido mal reducir –sobre todo en su última media hora- el encadenamiento de vueltas y contravueltas de la historia. Con algo más de concisión estaríamos hablando de una película menos manipulada y más orgánica que la que finalmente es.