Así como venimos hablando desde hace años de una Nueva Comedia Americana con su vertiente escatológica y cuasi salvaje; parece existir algo que llamaríamos Nueva Comedia Italiana, lejos de la americana, casi una antítesis, y también lejos de la tradición itálica de ir por el desborde y la exageración para pintar frescos realistas emparentados con el grotesco.
Desde hace un tiempo nos llegan de ese país comedias con tintes dramáticos, en su mayoría corales, sobre la problemática de las crisis de edad relacionadas también con temas sentimentales y/o emocionales; la trilogía de Manual de amor y La sal de la vida son ejemplo de ellas.
Un piso para tres de Carlo Verdone vuelve a transitar este camino al contar la historia de tres amigos, Ulises, Domenico y Fulvio, tres hombres de mediana/mayor edad, cuyas vidas no pasan por el mejor momento, cada uno tiene problemas propios pero tanto el entorno personal familiar como el laboral de cada uno se encuentra, digamos jaqueado.
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Ante las adversidades económicas, y por qué no para hacerse compañía, deciden mudarse a convivir en un departamento alquilado. Esta premisa es el disparador para que nos cuenten tres historias, las de cada uno de ellos, de forma coral y simultánea, y de un modo pretendidamente gracioso.
Ulises (el propio Verdone) que supo ser DJ y productor musical de cierto éxito pero ahora apenas se mantiene con la venta de una disquería, mantiene un romance con una cardióloga que atiende al personaje de Doménico (Marco Giallini) un agente inmobiliario, estafador y en la ruina. Por último, Fulvio (Pierfrancesco Favino) es otro frustrado profesional, crítico de cine condenado al periodismo de espectáculos, el de chimentos.
Las tres historias están bien desarrolladas, gozan de simpatía, y en las reuniones de los tres se sacan chispas. Verdone se guardó para sí al personaje con más ribetes, o al de la historia más desarrollada; Doménico y Fulvio por momentos parecieran girar alrededor de su historia, como fuertes historias secundarias bien narradas.
Es imposible que el espectador no sienta aunque sea algo de empatía por estos personajes, los tres son padres golpeados por la vida, por más terribles que se los muestre en los sucesivos, y parcialmente logrados flashback, Verdone los trata con condescendencia y un patetismo que inspira hasta ternura.
Para lograr esa conexión entre sí y expresarla en pantalla se necesitan buenas interpretaciones y Un piso para tres cuenta con un trío y secundarios sólidos los cuales hacen creíble hasta la situación más inverosímil.
Estamos frente a un producto formal, no es una comedia para reír a carcajadas, es más, busca tocar alguna fibra emocional dramática. Lo mismo sucede con los discretos rubros técnicos, acompañan la calidez del film sin destacarse por sí.
Un piso para tres es una película simpática, que encontrará su público en aquellos que pasen por situaciones similares a los protagonistas, aunque sea de edad y posición; busca la identificación, el reflejo, y si lo logra se puede pasar un rato agradable.