Parece que últimamente hay una crisis en el género comedia dramática. Muchas películas no balancean muy bien los elementos que tienen que ser simpáticos y atractivos para el espectador con los que le tienen que causar reflexión y/o tristeza. No hay una identidad homogénea en todo el film sino que comienza de una manera y luego de la mitad “salta” de género.
Este es el caso de Un piso para tres, donde claramente se ve una comedia de enredos al principio y hacia el final vira hacia un lado demasiado reflexivo y hasta un poco pretencioso para lo que es la película.
Aunque ya vista, la idea de tres hombres divorciados en sus cuarenta y pico y con los problemas típicos de sus vidas (obligaciones, laburos, crisis financiera, paternidad y sus ex parejas) es fértil y ahí es donde se encuentra lo mejor de la cinta: la riqueza de sus personajes.
Son sus historias individuales (contadas por medio de flashbacks) lo que mejor se encuentra construido a nivel historia, un buen recurso explotado por el director Carlo Verdone, quien también forma parte del trío protagónico.
Este, junto a Pierfrancesco Favino y Marco Giallini logran una buena química en pantalla pero tampoco llegan a transmitir lo que se intuye que se intentó hacer.
La factura técnica está bastante bien y no hay que pedir más que lo que se puede ver.
En definitiva, más allá del problema de identidad y de unos cuantos clichés, es una película que disfrutará más una cierta parte del público, aquellos que se sientan identificados con la historia y/o los personajes.