Machos italianos
Un piso para tres es una película de fórmula. Antigua comedia italiana + nueva crisis económica europea. Guión con calculadas dosis de humor -que pocas veces funciona-, drama -tratado con levedad: lo lógico, en este tipo de productos- y redención con moralina -condena perpetua a la que estamos sometidos o, peor, acostumbrados-. Además: personajes sobreabundantes en ademanes, estereotipados, aunque mucho más en el caso femenino.
Un piso... se centra en tres hombres maduros -uno de ellos interpretado por Carlo Verdone, director del filme- que perdieron sus trabajos y sus matrimonios: lo que vemos en flashbacks sucesivos, simplones, casi perezosos. Sin conocerse de antes y sin desearlo, estos personajes, de personalidades diversas aunque no tanto, deben convivir en un departamento alquilado, mientras sus ex esposas parecen acorralarlos tanto o más que la deblace económica y el impiadoso paso del tiempo.
Pero, aclaremos: estos hombres, representantes del espíritu berlusconiano aun sin dinero y sin poder, son deseados por chicas hermosas, no muy lúcidas, en promedio treinta años más jóvenes que ellos. Un festival misógino que no se limita a ex esposas mediocres y vengativas ni a muchachas formidables que se entregan por interés o por amor: también aparece, por ejemplo, una señora, con cara de amargada, que le paga a uno de los protagonistas, de su misma edad, para tener sexo; y una fiesta en la que se destacan una obesa con tendencia al patetismo y una señora buscona, con aliento de oso carroñero. Más: la frívola hija de uno de los personajes principales persigue a su padre para que le pague una cirugía estética de nariz, mientras su hermano, que aparecerá más adelante, hace, solito, una brillante carrera universitaria. La lista continúa...
Verdone pretende -a través de una trama repleta de artificios y lugares comunes- generarnos empatía con estos “chantas” supuestamente queribles: tipos que tuvieron distintos grados de poder, o de bienestar económico, y que ahora son víctimas de las leyes de mercado. Por último, nos subraya que (casi) todo tiempo pasado fue mejor y que siempre es necesario -por vil que uno haya sido, agregamos- retomar los vínculos familiares. Un mensaje conservador, para una película conservadora.