Intrascendente comedia italiana
Si la idea de Un piso para tres, dirigida y protagonizada por Carlo Verdone junto a Pierfrancesco Favino y Marco Giallini era mirar con una sonrisa la crisis económica italiana y particularmente la de la edad cuando se traspasó el umbral de los 50, la misión resulta más que fallida porque a la nostalgia y a la melancolía; al cine rancio de humor ramplón no le gana nadie.
Tampoco el intento estéril de recuperar -si es que a esta altura en que la commedia all’ italiana fuera recuperable- esa frescura de películas como Amigos míos (1975) o alguna de Mario Monicelli. Lo cierto es que este film, que se estrena en nuestras salas, viene de una Italia golpeada culturalmente hace rato y no es más que el reflejo de la era post Berlusconi.
La premisa reúne por azar a tres cincuentones, divorciados, con un pasado mejor que su presente que deben convivir en un piso de mala muerte si es que no quieren terminar en la calle. Convivencia, que por sus aristas tratará de sacar rédito de situaciones humorísticas concentradas en el contraste de personalidades, pero de la manera más sencilla como por ejemplo el eje suciedad pulcritud.
Así las cosas, quien lleva la batuta del relato es Ulises (Carlo Verdone), otrora productor musical que se fundió por haber apostado a una mediocre cantante con quien terminó casándose y con una hija adolescente que puede ver vía Skype ya que está en París. Sus compañeros son un crítico de cine devenido periodista de chimentos que no tiene un euro encima y completa el cuadro el estereotipo del amante italiano que siempre vive de prestado y se dedica a ofrecer favores sexuales a mujeres mayores.
Parte de los mecanismos del humor que presiona forzadamente Verdone hablan por un lado de una extrema misoginia ya que todo personaje femenino se reduce al escaño de mala y resentida o boba y linda y por otro de un anacronismo alarmante que conspira con alguna ráfaga de humor dispersa a lo largo de las dos horas.
Es muy poco entonces lo que pueda rescatarse de este producto sobre valorado y mediocre que por esas incongruencias ocupa pantalla para cine europeo, espacio valioso en una cartelera dominada por Hollywood, y eso es más grave que la intrascendencia de Un piso para tres.