La comedia italiana que no logra ser cómica
La decadencia, en principio, no está enemistada con la risa. Ver a un grupo humano, una sociedad, una civilización caer por la pendiente puede producir una carcajada piadosa y una plusvalía simbólica cercana a la lucidez. Quien llega a tocar fondo puede ver sin mentirse. Es por eso que filmar la decadencia con altura no es poca cosa: Ripstein, Rocha, Fellini, entre otros, lo hicieron, incluso en clave de comedia.
Carlo Verdone, presunto heredero de Alberto Sordi, quiere filmar aquí la vieja y todavía vigente decadencia italiana, el fin de todos los valores en la era del espectáculo machista liderada por Berlusconi. ¿Qué pasó en Italia durante todos estos años? Después de ver este filme la respuesta no puede ser equívoca. Involuntariamente, la película es una prueba del embrutecimiento colectivo que pretende impugnar. En la tierra de De Sica y Monicelli, el buen humor se convirtió en grosería y el buen cine en una comedia televisiva moralista y misógina.
Un agente inmobiliario, un melómano y un crítico de cine, alguna vez exitosos, ahora, divorciados y con hijos, apenas pueden pagar el alquiler y mantenerse. Terminarán viviendo todos juntos en un departamento en el que el subte hace temblar las paredes cada diez minutos, la señal de teléfono apenas llega y donde no siempre se cena. También hay que pagar la cuota alimentaria de los hijos y otras cosas, y eso puede implicar prostituirse, robar o vender hasta lo que se atesora, como un cinto de Van Morrison.
Se podrá creer entonces que Un piso para tres tiene algo de comedia picaresca. Lo pícaro se circunscribe al infortunio del excrítico de cine devenido en periodista, capaz de seducir a una chica de 20 años, y a los inconvenientes que atraviesa el amante de la música al conquistar a una hermosa rubia cuyo ex esposo es un demente. El otro decadente es un gigoló de mujeres maduras con "aliento a perro".
En este universo cavernícola las mujeres tienen solamente dos roles opuestos y complementarios: perras y santas.
Los tres flashbacks iniciales que explican el pasado de los personajes alcanzan para saber dos cosas: que la película jamás podrá levantar vuelo y que tarde o temprano habrá una moraleja. Mientras tanto, el sketch de dos horas intentará parecer una película cómica.