La suerte de epifanía que Silvia Majul tuvo en 1992 (“Comprendí que quería ser un puente” según consta en esta presentación profesional) se cristaliza –todavía más– a partir de la ópera prima que la agente de prensa de autores de música popular argentina empezó a filmar en 2014, y que desembarcó ayer en el cine Gaumont. Un pueblo hecho canción se titula este viaducto al alma de Ramón Navarro, compositor riojano que recibió un hermoso regalo cuando cumplió 80 años: el rebautismo de las calles de su Chuquis natal con el nombre de algunas de sus vidalas y cantatas.
Las letras y melodías de Navarro son tan ricas en colores, sonoridades, reverberaciones como los paisajes del noroeste argentino. La novel realizadora consigue reproducir unas y otros para la pantalla grande con sensibilidad estética, musical, poética (dicho sea de paso, conviene ver en sala el film de ochenta minutos para disfrutar mejor de su fotografía y banda sonora).
La introducción animada, una suerte de simulación impresionista a cargo de la cooperativa de animación Ganga, adelanta la intención de acordarle a la amalgama riojana de montañas y llanuras un protagonismo digno de su rol de musa inspiradora. Las voces de Mercedes Sosa, León Gieco, Raly Barrionuevo llaman la atención del espectador desprevenido, que quizás desconocía la identidad y la trayectoria del autor de canciones tantas veces entonadas.
A partir de dos entrevistas centrales –una realizada en una oficina de SADAIC, otra en la casa familiar que un abuelo de Navarro estructuró como un panales de abejas– Majul invita a repasar y/o descubrir datos biográficos, la historia de canciones tan entrañables como Don Rosa Toledo y Leopoldo Silencio, anécdotas profesionales significativas como el espaldarazo de Atahualpa Yupanki en París o el encuentro en una pequeña peña con la entonces desconocida Negra Sosa.
Gracias a la elocuencia de Navarro, Majul ofrece una obra generosa en reflexiones, y por lo tanto irreductible al género biográfico. La relación entre las dimensiones local y universal del arte, el misterio de la creación, el fenómeno de resignificación a través del tiempo y de las variadas interpretaciones de las canciones son algunos de los temas que el entrevistado aborda con conmovedora lucidez y, no es de extrañar, un envidiable dominio de la palabra.
Además de las virtudes del documental, algunos espectadores celebramos que este tributo haya sido hecho y estrenado cuando el homenajeado todavía vive. No sucedió lo mismo con la mencionada Mercedes y con otro grande del folklore nacional, el Chango Farías Gómez.
Un pueblo hecho canción es el primero de una serie de largometrajes que Majul planea dedicarles a nuestras voces ‘del interior’, dirá más de un porteño. De hecho, ya está en marcha la semblanza cinematográfica del salteño Daniel Toro, que en principio se titulará El nombrador.
Por lo visto, sigue extendiéndose el puente anunciado hace más de 25 años. Los cinéfilos que también son amantes de la música popular argentina, encantados.