Cine del bueno, con todos los condimentos. ¿Qué más se puede pedir?
Se estrenó “Moonrise Kingdom: Un reino bajo la luna”. Difícil ser objetivo cuando estamos siendo testigos de una de las mejores secuencias iniciales de la historia. Puro concepto. Puro cine.
Tres chicos ponen play a una vieja grabación que el compositor Benjamin Britten hizo hace años. En ella desarma una orquesta de Purcell separándola por cada sección de instrumentos, describiendo didácticamente como la percusión, los vientos y las cuerdas suenan individualmente para luego formar parte de un todo de una obra musical. Mientras esta voz en off nos deleita, Wes Anderson hace lo mismo recorriendo con la cámara las habitaciones de una casa (que en su conjunto forman un hogar). A su vez, en las habitaciones están los varones, la niña, mamá y papá (que en su conjunto forman una familia). Desde la butaca vemos entonces la dirección de fotografía, música, dirección de arte, actuación y realización, lo que en su conjunto articulan una película. Pocas veces el cine vio tanta armonía que confluye en una obra cinematográfica.
No veremos tanta genialidad en lo que queda del metraje, pero nadie se irá con las manos vacías. Como habitualmente sucede en su filmografía el realizador observa locaciones reales, que luego transforma en escenarios de fábula, para contar una historia de amor entre dos chicos cuya inocencia está lo suficientemente subrayada como para dejar al mundo de los adultos y sus reacciones al borde de la parodia.
Tal cual sucedía en “Melody” (1965) los enamorados se dan a la fuga provocando una intensa búsqueda por parte de los padres, un policía (el único que hay) y un grupo de boy scouts que actúan casi por mandato. Todo en el marco de una inminente tormenta anunciada al espectador y a los personajes por un pintoresco lugareño de ese pueblito de Nueva Inglaterra.
Nuevamente el humor nace de diálogos cortos y silencios con movimiento. Es cierto que es un tipo de humor difícil de asimilar si uno no se engnacha de entrada con la propuesta, pero así es toda la obra de Wes Anderson. Planteos profundos en forma simple.
Destacados todos los rubros, en especial la fotografía y la dirección de arte que combina maravillosamente los colores dándole un aire "apastelado" al cuento. También tiene matices la banda de sonido de Alexandre Desplat, quien seguramente irá por otro Oscar con este trabajo.
Estas situaciones de personajes tan extravagantes como creíbles se perfilan gracias a la estupenda colaboración de los actores Bill Murray, Bruce Willis, Edward Norton, Frances McDormand, Tilda Swinton y varios más, que en su conjunto forman un elenco con todas las letras al servicio de la narración.
Cine del bueno, con todos los condimentos. ¿Qué más se puede pedir?