Amor amarillo.
Wes Anderson es un cineasta muy particular. Su estilo es como un tatuaje imposible de borrar, y estéticamente, sus obras parecen clonadas, repitiendo una y otra vez los mismos recursos técnicos, los mismos tipos de decorado el mismo estilo y color de vestuario y, sobre todo, los mismos actores. Para algunos esto es falta de creatividad, para otros es su firma. Lo claro es que sus películas no pasaron desapercibidas, y logró marcar a fuego a miles y miles de cinéfilos alrededor del mundo que hoy se inclinan ante cada nueva película de este director.
Su más reciente trabajo fue Un Reino Bajo La Luna (Moonrise Kingdom, 2012), el primer largometraje que hace con actores desde 2007, cuando rodó Viaje a Darjeeling. Aquí el actor toca de costado la temática de su obra maestra, Los Excéntricos Tenembaums (The Royal Tenembaums, 2001), con sus típicas familias disfuncionales e indiferentes, pero le da una vuelta de tuerca sumando un amor clandestino de dos preadolescentes. Uno es Sam (Jared Gilman), huérfano, eternamente rechazado por sus compañeros y un miembro destacado de una comunidad scout; la otra es Suzy (Kara Hayward), incomprendida, con esa oscuridad depresiva que suelen tener los intelectuales, pero con apenas 13 años y encerrada en una familia en donde el amor está ausente. Ellos se conocen casi por casualidad, y allí inician una relación por carta (nota: la película se ambienta en la década del '60. Wes Anderson es hipster, pero tampoco la ridiculez) que culmina con un plan para huír y vivir juntos al aire libre, creando su propio reino bajo la luna, cazando y pescando su comida, etc.
Por supuesto que esto no será bien visto, no solo por la familia de Suzy (Frances McDormand y Bill Murray) sino que también disparará la alarma del torpe lider scout del chico (Edward Norton) y del policía local (Bruce Willis), que moverán cielo y tierra para encontrarlos. Mientras tanto, ellos comenzarán a descubrirse, a amarse y a soñar con la utopía de no ser encontrados nunca bajo el refugio de las estrellas. Pero claro, las utopías se caen pronto, y ellos serán descubiertos, pero no por eso renunciarán a su sueño de vivir eternamente juntos.
Un Reino Bajo La Luna está envuelta en un manto de ternura que ablanda las cosas y las lleva a un territorio mágico-andersoniano en donde la sensación de que cualquier cosa puede pasar vive latente, pero no está edulcorada. Es como una realidad de esas que escribía Mark Twain, en donde las aventuras eran aventuras reales, llenas de diversión, pero también de riesgos. Todos los que fuimos adolescentes podemos sentirnos identificados con este amor juvenil, con este sueño imposible de vivir la vida salvaje, y podemos porque es algo real, porque si bien si está hecho con cierta inocencia, no omite los detalles reales, como por ejemplo el deseo sexual de un adolescente con las hormonas revolucionadas.
Todos los lugares comunes del director están presentes: Los primerísimos planos, los travelings de cuarto a cuarto, el maldito color amarillo en cada rincón, y todo de una forma tan armónica que hasta nos da ternura. Y es que Un Reino Bajo La Luna es, sobre todo, ternura. Ya sea por un grandulón triste y solitario o por un chico enamorado, la sensación de empatía nos inunda desde el principio, y aseguro que la sonrisa se mantendrá incluso horas después de terminada la película.
@JuanCampos85