La belleza de los films de Wes Anderson es innegable, pero es evidente que sus anécdotas -en este caso dos chicos enamorados que se fugan cuando está a punto de desatarse una gran tormenta- y sus personajes coloridos y ridículos parecen vivir en una especie de status quo. Aún así, la película tiene elementos brillantes y una empatía poco común con las criaturas que la habitan. Anderson sigue filmando de tal modo que nos da gusto ver cada una de sus imágenes, aunque no siempre esos cuadros nos lleguen a emocionar.