Alemania año cero.
Los contrastes son un método eficaz para superponer realidades e idiosincrasias, los enfoques históricos son otro método para intentar la indagación sobre el pasado, sobre sus misterios y mucho más sobre aquellas ideas que permanentemente se someten a la mirada escrutadora del historicismo o al sesgo de la ideología.
Sin embargo, cuando quien busca decide acompañar la inercia de los libros con el cuerpo y viaja en busca de historias, el sentido de los contrastes se complejiza al punto de reconocer territorios ocultos en un mismo espacio. Ese lugar se llama Nueva Germania, está ubicado en Paraguay y su conexión con el pasado antes de 1900 es clave para entender por un lado los alcances de una mentalidad europea colonialista, la necesidad de abandonar una tierra cuando la guerra es una amenaza latente, y por otro la impronta de ciertos pueblos para no imponer ante el extraño su propia manera de ser y amoldarse a otras formas de cultura y de pensamiento.
Nueva Germania también es la postergación de un sueño utópico, sepultado en la tierra fértil de un espacio por descubrir, la de la hermana del filósofo Friedrich Nietzsche, pionera en la colonia alemana en Paraguay que aún hoy transmite el modo de ser alemán, la superioridad aria en un lugar donde se habla el guaraní.
Rarezas que se encuentran enquistadas en cualquier lugar de la región y que el filósofo protagonista de esta travesía –Nietzsche también era filósofo- por momentos antropológica transforma en un discurso político con fuerte sentido social para que el colonialismo por lo menos sea algo más que un simple accidente que se entrecruza en el rumbo de la historia de los pueblos.