Cuando la ficción es sólo ficción
“Basado en hechos reales”, ese es el caballito de batalla detrás del cual se amparan varias producciones fílmicas para sentirnos identificados con la historia, por más extraordinaria o inverosímil que nos parezca. La cuestión es pensar esto, aunque sea remitiéndose a preguntas elementales: ok, esto sucedió, ¿pero cuanto de lo que veo en pantalla es artificio para intepelar al espectador?, ¿Cuánto de lo que se ve pretende ser ejemplificador dado su carácter de “real”? y, lo que es más, ¿Cuánto es mera ficción sin sustento alguno? Bien, saliéndose de esas preguntas uno puede entender que la película tiene un mensaje, y que ese mensaje de sobrellevar una dificultad y cumplir un sueño tiene una construcción ficcionalizada que pretende dar la idea de un ejemplo, a veces de una manera superficial e insolvente, y otras de manera consecuente con sus personajes. Pero la cuestión es que aquí hay tanto de real como en Charlie y la fábrica de chocolate o Duro de matar, y eso se adivina en la construcción narrativa y visual del film que, en definitiva, no dista demasiado en términos formales y compositivos.
Pero, como dijimos, se encuentra la búsqueda de dejar un mensaje y allí es donde la película puede resultar más manipuladora en función de instalar la idea del “buen” ejemplo, crear al marginal desde una visión maniquea e instalando a la institución familiar blanca-cristiana-tradicional como modelo insoslayable a seguir. En defensa hay que señalar que Un sueño posible se plantea desde un personaje republicano y cristiano de derecha y que el film no es tan declamatorio, al menos en gran parte del relato visual. Hay por momentos una sutileza loable en los diálogos pero, como no podía ser de otra forma, la película subraya hacia el final la idea que pretende dejar en claro, apelando a un epilogo donde se contrapone a la vida de Michael Oher (Quinton Aaron) con la de un compañero que muere baleado porque no contó con la benevolencia de encontrarse a la familia Tuohy.
Sin embargo, como plantee, la película tiene un punto de vista que delimita una perspectiva: la Leigh Anne Tuohy interpretada por Sandra Bullock. En base a eso podríamos decir que la película es consecuente con sus personajes, la protagonista no intenta ser la madre Teresa de Calcuta o convertirse en una revolucionaria donde dirija una lucha por los derechos de la familia de los Oher o la injusticia social. Es una burguesa conservadora que hace lo que puede y lo hace con convicción, eso es lo loable, el problema es cuando intenta dejar un ejemplo moralizante. Y si no fuera por el mencionado epilogo, la película hubiera evitado esa cuestión. Pero la voz en off de Tuohy y la información visual de los documentos de diario con zoom y reencuadre incluido nos hace cuestionar la retorica efectista del discurso en el desenlace.
Las actuaciones evitan los baches aunque los matices de Quinton Aaron son bastante limitados, particularmente cuando aparece en contraste con Sandra Bullock. Son más bien gestos de poca expresividad que difícilmente hagan creíble al personaje. Lo de Bullock es algo destacable gracias a la naturalidad con la que interpreta a su papel: hay una uniformidad que logra gracias a que evita la sobreactuación dramática y mantiene un registro verosímil y, por sobre todas las cosas, sólido. Por lo demás, es un relato deportivo de auto superación con un contenido social que poco tiene que decir con profundidad y que dista de ser reflexivo. Es más bien indulgente y superficial, y en esta faceta la película puede llegar a gustar. Pero no se dejen engañar. Esto no es real.