Una fábula para creer en la caridad cristiana
Mientras el resto del mundo se debate entre signos cada vez más visibles de que las cosas no van bien, la cultura media estadounidense sigue produciendo fábulas aleccionadoras en las que creen a pies juntillas, como si vivieran en una burbuja de bambis y dumbos. Anunciándolo desde el propio título (el original es menos obvio), Un sueño posible es la más reciente de estas fábulas, que en otra época daban para esos especiales de televisión que se conocían como “la película de la semana” y en este caso, gracias a la presencia de esa novia de América que es Sandra Bullock, pueden llenar las salas de gente y hasta llegar al Oscar. Lo dicho: cada vez son más visibles los signos de que las cosas no van bien.
El press book define la película como “la historia de un traumatizado chico sin techo, que llegó a ser jugador de fútbol americano gracias a la ayuda de una mujer dispuesta a cuidarlo y su familia”. La película empeora la sinopsis, si eso es acaso posible. Empezando por el intento de restaurar la idea de “caridad cristiana”, en la más conservadora de sus variantes. Ricachones sureños, la familia adoptante, los Tuhoy, son algo así como los primos high del white trash. Papá es dueño de 85 sucursales (sic) de la cadena de hamburgueserías Taco Bell. El hijo menor, al que se quiere hacer pasar por simpaticón y avispado, parece extraviado entre una película familiar de los años ’40 y una de los ’50. Mamá es una Sandra Bullock rubia (el cambio de color de pelo, signo visible de que está “actuando”, habrá sido seguramente la razón del Oscar que acaba de recibir), una de las damas de caridad más notorias de la sociedad de Memphis, Tennessee. Entre referencias a los rebels de la Guerra de Secesión –que dan la impresión de que viven un siglo y medio atrás–, cada vez que Los Tuhoy se sientan a la mesa, rezan.
A partir del momento en que incorporan a la familia al “traumatizado chico sin techo”, esta versión chupacirios de Papá lo sabe todo deriva hacia el lado de Piegrande y los Henderson. Por algo llaman Big Mike a Michael Oher, el muchachote afroamericano que Bullock y los suyos deciden adoptar, que es como el doble buenazo de Precious. Hijo de una adicta al crack, semianalfabeto, con una lentitud mental que tal vez sea discapacidad, el muchacho mide algo así como 2 m de alto x 1 y ½ de ancho x 1 y ½ de fondo. Las autoridades del high school dicen incorporarlo al colegio por caridad cristiana (es una institución religiosa), pero en realidad lo hacen porque emboca un doble detrás del otro (después lo pondrán como ariete de fútbol americano y se cansará de arrasar rivales). En los vastos y no muy elegantes interiores de su mansión sureña, los Tuhoy lo contemplan arrobados, como si fuera de peluche. Michael cometerá algunos inofensivos desmanes y los hará reír y emocionarse. Big Mike y los Tuhoy debió titularse la película, para hacer más explícito el referente.