La actriz que gusta más por su querible sencillez
A los 46, vive el tramo más importante de su vida y de su extensa carrera: ganó el Globo de Oro y el Oscar por "Un sueño posible", que llega el jueves. Una mujer que atrae por su humor, calidez y cero divismo.
Cae bien Sandra Bullock. No despierta envidias, ni broncas, ni miradas con desdén... Quizás porque siempre tuvo que remarla con esas comedias algo inocuas, o aquellos films de acción que la tenían como extraña protagonista: "Máxima velocidad", por caso.
Tal vez guste porque parece la típica 'piba' de barrio, sin ese glamour que distancia y poseedora de esa sonrisa natural y vendedora que le valió protagonizar "Miss Simpatía". Y, como casi ninguna de sus colegas, tiene una gran virtud: saber reírse de sí misma, como cuando hace diez días pasó a retirar el premio a la peor actriz de 2009 por "Alocada obsesión", film que fue sin escalas al DVD. Sandra, sin vacilar, dio la cara -como casi nadie- y se divirtió con ese premio-castigo, sin sospechar que veinticuatro horas más tarde levantaría la estatuilla que todos ansían. Y Bullock, a los 46, tuvo al fin su bautismo con "Un sueño posible", que se estrena el jueves en la cartelera porteña.
La historia, basada en hechos reales, es un cuentito navideño, políticamente correcto. La aquí rubia Bullock es madre -aún atractiva- de una conservadora, católica y pudiente familia perfecta. Y así, de un día para el otro, adopta a un adolescente gigantón, negro, que se encuentra a la deriva, sin estímulos pero con un rostro angelical y un par de ojos de esos que Hollywood "compra" sin vacilar.
De menor a mayor, la historia irá tomando calor a partir de la inserción a la familia de Big Mike, como le dicen al muchachote. Y como es de esperar, las miradas de asco en el pituco vecindario y en la escuela de hijos bienudos, mutará por abrazos amigos y fraternales.
En el rubro Mejor Actriz, francamente, Sandra tenía una empresa complicadísima, con la siempre amenazante Meryl Streep, la prestigiosa Helen Mirren y las quizás merecedoras de la estatuilla Gabourey Sidibe ("Precious") o Carey Mulligan ("Enseñanza de vida"). Pero Bullock se quedó con el Oscar por acumulación de méritos -si se quiere-; el norteamericano promedio se inclinaba por Sandra, por eso apoyó tanto al film, que en EE.UU. tuvo gran audiencia. Además, habrá que agregar que en enero la protagonista de "La propuesta" y "Vidas cruzadas" se llevó un Globo de Oro, advirtiendo a propios y extraños que sería algo más que una convidada de piedra en la velada del Kodak Theater.
Sin ninguna duda será una vuelta de página, un punto de inflexión este personaje, esta película con la que Bullock parece despedirse del género comedia que le dio tanto de comer, aunque también le restó cierta estrella y fue catalogada de "actriz del montón". De la generación de Julia Roberts, Sandra no alcanzó el estrellato de la "mujer bonita" y no por ser menos actriz, sí quizás por la dirección que tomó su fluctuante carrera, que contó con prestigio a cuentagotas, pero con una popularidad garantizada. "Dejé de hacer comedias románticas. Son terribles, son malas. No son divertidas", dijo en la entrega de los Golden Globe, anunciando que se termina un ciclo de polleritas cortas y jeans ajustados para postularse a ese otro cine, el dramático, el de historias reales, que cala más hondo y que suele ser el trampolín para los grandes pergaminos.