En honor a Copes y Nieves
Son pareja en las pistas, más allá de estar separados, y el filme les rinde un merecido tributo.
Dos adolescentes -ella, empleada doméstica; él, electrotécnico- se conocen en las milongas de clubes de barrio porteños y llegan a bailar en Broadway, revolucionando, en el camino, el tango-danza. Son pareja más allá de las pistas, y siguen bailando juntos aún después de separados, abrazándose ante multitudes a pesar del rencor. La historia de Juan Carlos Copes y María Nieves Rego, que duró cuatro décadas y media, tiene ribetes cinematográficos y merecía un documental que le hiciera los honores.
“Filmar una película en la que Copes y Nieves aparecieran juntos era casi imposible, pero lo logramos”, se enorgullece Germán Kral, que ya había incursionado en el rubro tanguero con El último aplauso (2009), sobre los cantores del bar El Chino. Esta vez, este director formado en Alemania contó con la producción ejecutiva de Wim Wenders y, en efecto, con la colaboración de los integrantes de una de las parejas de tango más reputadas de todos los tiempos. Cada uno por su lado, van recorriendo su historia, desde el encuentro en la pista del Estrella de Maldonado y el nacimiento del “estilo Copes” en los bailes de Atlanta, hasta la ruptura artística en 1997.
Nieves tiene más apariciones y es la que lleva en mayor medida el hilo conductor; los dos -vitales octogenarios- hablan sin rodeos y dejan frases memorables, conmovedoras, graciosas. “Fuimos la pareja del siglo XX y del XXI también”, dice ella, y al rato agrega: “Si volviera a nacer, haría todo igual… Menos estar con Juan”. El la (y se) define: “Encontré mi Stradivarius”.
Gran parte de sus testimonios surgen de charlas con los bailarines que los representan en su juventud, en recreaciones que complementan el rico material de archivo. Esas entrevistas y las imágenes de la trastienda de esas reconstrucciones históricas son un acierto: las ficcionalizaciones suelen arruinar buenos documentales, pero al mostrar sus hilos, Kral las incorpora al relato de manera natural.
Para completar el cuadro, la música -de Luis Borda, el Sexteto Mayor y Gerd Baumann- y las coreografías son de primer nivel. Y algo fundamental: la cámara capta el sentimiento del baile, ese sentimiento que Copes y Nieves llevaron a su máxima expresión.