LA TRAICIÓN TIENE CARA DE PENDRIVE
Tuve oportunidad de ver hace poco otra adaptación de una novela de John LeCarré, esta vez para TV, The night manager, con el contrapunto efectivísimo entre un Hugh Laurie villanizado y un Tom Hiddleston probándose smoking para entrar en conversaciones por la candidatura del próximo James Bond. La miniserie resultó interesante, mucho más que la novela que le dio origen a decir verdad, en la que los enredos en las idas y vueltas en el tiempo del personaje central más los propios de las intrigas internacionales, sumados a una serie de descripciones bastante confusas causaban más mareo que placer en la lectura. Tampoco es que sea un devoto de los best-sellers de Le Carré pero hay que reconocer que es una gran fuente generadora de historias para adaptar a la pantalla grande, con El topo y El hombre más buscado entre los últimos de una larga lista.
En el caso de Un traidor entre nosotros la historia cae en las tramas del tipo más convencional, con un planteo simple aunque prometedor: una pareja inglesa que busca recuperar la pasión en sus vacaciones en Marrakech se encuentra casualmente con un millonario ruso (Stellan Skarsgård) de nombre Dima que los invita a una fastuosa fiesta en su casa. La pareja asiste y al caerle muy en gracia al anfitrión, Perry (Ewan McGregor) termina recibiendo un pendrive con archivos comprometedores de la mafia rusa que debe entregar a las autoridades del gobierno británico con la promesa de proteger a Dima de la gente a la que está por traicionar. Un poco sorprendido, Perry acepta, no sin antes sostener una breve discusión con su esposa Gail (Naomie Harris) y entrega el recado al agente del servicio secreto británico Hector (Damian Lewis) que sospecha de la pareja desde el primer momento como si estuviesen implicados y no fuesen simples turistas inocentes a los que alguien utiliza de mensajeros. Claro que las cosas, lejos de terminar allí, marcan un punto de inicio en el que Perry y su esposa estarán cada vez más involucrados y en peligro de muerte.
Si bien la historia tiene sus momentos de tensión y escenas a puro clímax, cuesta digerirla como al gran entretenimiento que debiera ser. La directora Susanna White no hace uso de una gran pericia para manejar el thriller político y de espionaje y se le va de las manos al punto de apoyarse sólo en el carisma y poder de resolución -y construcción de personajes- de los actores de renombre con los que cuenta. Esto no significa que la película no funcione en absoluto, aunque sí que se diluye en varias escenas en medio de discusiones un tanto obvias y pierde ritmo para recuperarlo recién en el último tramo de la historia. Al menos tiene el mérito de un cierre correcto que logra que el espectador no sienta que ha perdido el tiempo. La base del relato está en el trípode que se da entre Dima, Perry y Héctor, en el que Perry hace de nexo ante la desconfianza manifiesta del traidor por el servicio secreto británico (y con razón). En la medida en que el personaje de Ewan McGregor intenta proteger los intereses de interés humanitario de Dima para que la negociación no se convierta en un mero tema político y deje desprotegida a su familia, la tensión crece así como la violencia por conservar las distintas posiciones. Nada nuevo, nada que nos genere verdadera intriga y empáticamente apenas resulta interesante.
Un traidor entre nosotros no es lo peor del año en el género pero quizás está entre en el grupo de lo más olvidable, uno de esos films que antaño se disfrutaban un sábado por la tarde en cualquier canal de aire y al que ni siquiera merecía prestársele mucha atención porque por más que se intentara complejizar la trama, podía intuirse perfectamente cuál sería el final. A eso se reduce todo y ténganlo en cuenta porque entre nosotros, quien avisa no traiciona.