Pasa algo curioso con esta película de espionaje, basada en novela de John Le Carré: su trama es más simple que enrevesada, como muchas veces pasa con el género, pero la narración es tan apática y desganada que cuesta mantener el mínimo interés. Es la historia de un magnate ruso -Stellan Skarsgard con ridícula melena- que contacta a una pareja en crisis, de vacaciones en Marruecos, para que lleven un misterioso pendrive a la inteligencia británica.
Sin saber porqué, el marido (Ewan McGregor) confía en su nuevo amigo al punto de aceptar el encargo y terminar involucrado en la guerra entre la mafia rusa y el servicio secreto. Todo un affaire tan desprovisto de fuerza, de energía, como la actuación de sus protagonistas, principalmente un McGregor que, como el espectador, también parece haber dejado de prestar atención.