El tren ha sido un medio de locomoción altamente utilizado en la industria cinematográfica para contar historias, uno de los objetos del cine en muchos casos es el “trasladarnos”, a aventuras, a lugares ignotos o inclusive a recorrer, transitar y alcanzar a una realidad.
Un tren muy particular, hace 30 años que realiza un recorrido ininterrumpidamente. Tres de sus vagones albergan un centro médico ambulante por lo cual se le brinda el nombre de “Tren Hospital de Niños”, donde médicos profesionales de varias especialidades sostienen una experiencia de vida conmovedora. Un viaje al norte argentino, específicamente a Pampa Blanca, Jujuy, cuyos índices de pobreza son elevados y se carece de asistencia médica.
El género documental, sabio captador de reflejos de una sociedad, una vez más se pone en manifiesto para mostrarnos acontecimientos alejados, naturales, cotidianos, de personas que no son habitualmente contempladas por la sociedad, olvidadas. Carecen de las mínimas herramientas de mejora de vida, en un mundo actualmente inmerso en la “alta tecnología”. A partir de singulares consultas médicas (algo reminiscente a la ficcionada y excelente Los Labios, de estreno en cartelera la semana entrante), podemos conocer las mayores causas que afectan a esta población, como la desnutrición infantil, el mal de chagas, la desinformación y falta de educación sanitaria. La ausencia del Estado en estas regiones se hace visible también, el afán de los médicos por saciar las dificultades no alcanzan cuando una ayuda de quien debería tomar cartas en el asunto no lo hace.
Pochat, capta con su cámara cual invisible la tarea de asimilarse a distintas situaciones, algo poco frecuente y que muchos realizadores de documental carecen, no se pregunta con intención ni sensacionalismo. El film brinda como resultado un valioso aporte de observación, que desemboca en un acto de reflexión para con el espectador.
Con una partitura musical de Sergio de la Puente digna de mencionar, que acompaña enérgicamente al relato, poniendo énfasis en el paisaje sin intentar agudizar en los momentos más difíciles de digerir.