Una ópera prima que apuesta a la tragicomedia con espíritu de crowd-pleaser.
Tomás (Angelo Mutti Spinetta) es un chico de 14 años que vive con una madre sobreprotectora (Leticia Bredice) y un padre bastante ausente (Germán Palacios). Su hermana mayor ya está en plena experimentación sexual, pero para él todo son dudas y temores.
Nuestro antihéroe, que tiene su grupo de amigos, pero es la víctima perfecta para el bullying (usa anteojos y es bastante pacífico), vive medicado por su psiquiatra (Luis Machín) como forma de combatir diversos traumas infantiles, tiene varios exámenes acumulados y se obsesiona con la astronomía. Un día, mientras mira por el telescopio, descubre en un edificio vecino a una atractiva chica mayor que él (él está en segundo año y ella, en quinto). El queda fascinado con Iris (Angela Torres), que se convierte en algo idealizado, en un objeto del deseo.
Lo que en principio es un típico exponente del subgénero coming of age con los ritos de iniciación de Tomás se va convirtiendo en la segunda mitad en algo más ligado a lo fantástico, a lo onírico. Y, si bien en este segmento hay un muy buen uso de los efectos visuales (el viaje a la Luna del título), el film pierde algo de su solidez y encanto. También abruma por momentos la voz en off (un poco recargada para un chico de 14 años) del protagonista.
De todas maneras, Cambre -de larga experiencia en la dirección de videoclip- sabe cómo construir un crowd-pleaser, una película que reivindica con sensibilidad cierta torpeza e inocencia de la preadolescencia, en vísperas del ingreso al mucho más sórdido mundo adulto.
El uso de la música incidental y de temas como Otra era, de Javiera Mena, los enredos cómicos, la sensibilidad, la ligereza y la picardía con que se observa la dinámica adolescente hacen de Un viaje a la Luna un film disfrutable con vistosos planos secuencia y una estilización y tonos que van remitiendo en distintos momentos a Amélie, a Trainspotting o al cine de Michel Gondry.
Si las alegoría sobre cómo salir del encierro, cómo liberarse de las ataduras, de la incomunicación en el seno de una familia disfuncional pueden resultar a veces un poco obvias, Cambre las compensa con elementos (fiestas, eclipses, sueños) que resultan atractivos. Una película decididamente naïve y lúdica... A mucha honra.