Llega a los cines una nueva producción de Disney dirigida por la californiana Ava DuVernay y protagonizada por Chris Pine, Reese Witherspoon y Storm Reid. La faena en este caso está orientada a niños de entre 8 y 12 años y plantea la aventura de una niña que viaja en el tiempo y el espacio con un mensaje aleccionador sobre el bien y el mal.
Un viaje en el tiempo (“A Wrinkle in time”) es de esas películas que en los papeles tienen todo para triunfar pero que después no logran plasmar en pantalla todo lo que prometen.
¿Por qué “todo para triunfar”? Por la calidad probada de su directora (había dirigido Selma en 2014), guionista (Jennifer Lee, libretista de Frozen y Zootopia) y elenco; por el elevado presupuesto (más de 100 millones de dólares); por la historia original en la que se basa (“A wrinkle in Time”, novela infantil de 1962 famosísima en Estados Unidos y escrita por Madeleine L’engle); y por tratarse del estudio con más chapa en lo que es entretenimiento para chicos.
¿Por qué no termina plasmando todo lo que promete? Porque es aleccionadora, moralizante, poco interesante y subestima la capacidad de comprensión del público infantil. En todo momento, lo más importante parece ser la bajada de línea directa para que los niños se porten bien y sean buenos en sus casas, olvidando de esta manera la esencia de la experiencia cinematográfica: contar una buena historia que entretenga, conmueva y movilice al espectador.
La película sigue a Meg (Storm Reid), una chica de 13 años cuyo padre desapareció misteriosamente mientras hacía un experimento científico (él y la madre de Meg son físicos teóricos). Tanto ella como su pequeño hermano adoptado (Charles Wallace) aducen esa falta y presentan múltiples problemas en la escuela, además de ser objeto de burlas y cargadas por parte de sus compañerxs.
Sin embargo, pronto aparecen de la nada tres guías intergalácticas involuntariamente bizarras (interpretadas por Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling) que ayudarán a Meg y a Charles Wallace a encontrar a su padre. Pero para eso, deberán viajar en el tiempo, recorriendo diferentes mundos y temporalidades.
Si la premisa ya es un tanto vaga, el desarrollo resulta inconducente, contradictorio y por momentos delirante. El guión expone a través de diálogos esloganeros y extemporáneos, una tesis muy ambigua y perezosa sobre la luz y la oscuridad que todos llevamos dentro. Además, esto se combina con personajes planos que no se sabe por qué toman las decisiones que toman, un desarrollo del plot que se da “a los tumbos” y una carencia de acción dramática que dota a la cinta de una inercia insoportable.
Los únicos rubros destacables quizás sean el de la fotografía y los efectos visuales, que logran imprimir cierta belleza y potencia a una historia por demás desteñida. Los grandes actores que componen esta cinta, por su parte, no pueden hacer mucho, más allá de su innegable fotogenia.
Probablemente, en unos años Un Viaje en el Tiempo pasará a formar parte de ese escueto catálogo de experimentos fallidos de la factoría del ratón, en los que también podemos incluir a John Carter (2012) y Tomorrowland (2013) (superiores de todos modos a la primera).