Un viaje por el mal gusto.
No es común que en las grandes producciones industriales hechas en Estados Unidos las cosas salgan tan mal que de vergüenza ajena a nivel estético una película. Pero a veces pasa y, como el cine es un arte de alto costo, no hay forma de esconder el resultado o buscar un perfil bajo. Así llega a las pantallas del mundo Un viaje en el tiempo, que a pesar de ser una producción clase A, parece una película imitación de otras, un producto de bajo presupuesto que se quiere subir a una moda y que solo se difunde en formato hogareño. Pero su distribución, su elenco, y su costo, nos dicen lo contrario. Algunos países no podrán verla en cine debido a los resultados de taquilla y crítica (lo primero más que lo segundo, claro, salvo que incluyamos la respuesta negativa de los espectadores que sí la vieron). Ni estar basada en un best seller, ni ser la segunda adaptación de dicho best seller le aportó mucho o hace alguna diferencia en el resultado.
La protagonista es Meg, una niña que sale a buscar a su padre, el científico Alex Murry, quien desapareció misteriosamente cuando realizaba un experimento de viaje en el tiempo y el espacio. Meg descubre que su padre está en algún lugar del universo y que este es mucho más grande y complejo de lo que todos creemos. Ella, su hermano y un amigo emprenden la aventura ayudados por tres seres celestiales y se enfrentarán a fuerzas oscuras. La base de cualquier historia de fantasía, pero llevada a mal puerto, entre otras cosas, por fealdad estética ya mencionada, así como también por una carga didáctica muy poco cinematográfica que la directora no supo combinar con una narración fluida o entretenida.
En esta combinación horrible la película recuerda, salvando todas las distancias, a Más allá de los sueños (What Dreams May Come, 1998) pero en un formato de película para niños. Pero que nadie se llame a engaño: no estamos frente a una mala película que arriesga mucho y cae de forma aparatosa pero con algo de encanto, no. Un viaje en el tiempo es un bodrio solemne, pesado, sin simpatía, duro para ver por su mal gusto y su armado berreta. No hay forma de reivindicarla ni de salvarla, no hay tampoco motivo para hacerlo.