Esteticismo frívolo, vacío, esta extraordinaria aventura visual termina por ser sólo eso, lo que propone el taiwanés Ang Lee, a mi entender extremadamente sobre valorado, no determina que sea un mal director.
Pero que el bueno de Lee recurra otra vez a imágenes bellas, muy bien fotografiadas, para decir poco y nada, no se posiciona como el problema principal. Lo que más deterioro produce es que todo lo que vemos y nos cuentan, además del cómo y por qué, es extraordinariamente increíble, o sea no creíble, como para definir un poco los primeros conceptos.
Casi todo el cuento está constituido por un gran flashback narrado por el protagonista de lo que sería su propia historia Pi Patel le cuenta su vida a un escritor ávido de nuevas historias, si son reales mejor.
Toda la primera parte del filme, y si lo dividimos en tres sería algo así como un poco más de cuarenta minutos, está al servicio de presentarnos la infancia y la juventud de nuestro héroe dentro del zoológico del padre en su India natal.
La utilización del 3 D, la vedette visual del momento, que nada le agrega a lo cinematográfico, salvo raras excepciones como “La cueva de los sueños olvidados” (2010) de Werner Herzog, o “Pina” (2011) de Wim Wenders, entre otras pocas, digo que la utilización de ese efecto en este primer tercio de texto, para llamarlo de alguna manera, se cierne sólo para sobredimensionar al protagonista principal del filme, léase el tigre, y sus compañeros de desgracia, el resto de los animales, en comparación directa con el joven humano, luego compañero de la desgraciada aventura.
“Perdón hermano mío si te digo
que ganas de escribirte no he tenido,
no sé si es el encierro,
no sé si es la comida
o el tiempo que ya llevo en esta vida.
Lo cierto es que el zoológico deprime
y el mal no se redime sin cariño,
si no es por esos niños
que acercan su alegría
sería más amargo todavía…..”
¡Gracias Chico Novarro!
Aunque sea un león no deja de ser un felino el protagonista principal, tal como se desprende de los avances publicitarios de éste filme.
Volviendo a la historia que nos convoca.
El relato continúa cuando el joven Pi se embarca con toda su familia rumbo a Gran Bretaña. Tormenta, naufragio, y empieza el que se llamaría acontecimiento sorprendente.
Pi Patel despierta en un bote, al que no recuerda cómo llegó, con la compañía de una cebra, una hiena, un orangután, y, claro, el tigre.
A partir de aquí se transformará en una odisea cuyo eje principal debería ser la supervivencia, por un lado tratando de alimentarse con lo que pueda, por otro evitando que el tigre lo use de almuerzo, cena o desayuno.
Para este fin descubre que podría tratar de amaestrarlo. Todo un genio, mire.
Ang Lee, como en casi toda sus producciones, apuesta a lo estético y pierde de vista como ir desarrollando las acciones, hacerlas verosímiles. Al rato de ya estar ubicados en el bote todo lo que sucede, con pequeñas variaciones, es reiterativo, aburrido, no genera ningún tipo de tensión ni entre los habitantes del bote, ni del bote con la inmensidad del océano. Por momentos intenta hacer foco en puntos intimistas del joven, pero falla, no puede lograrlo, se pierde en nimiedades, sueños inconexos que nada justifican, etc.
Les recomendaría que vean alguna obra de Carlos Sorin, como “Historias mínimas” (2002, o la más reciente “Días de pesca” (2011), para que vean como se puede lograr ese efecto narrativo.
Ha todo esto hay que agregar que el actor no ayuda demasiado, el tigre esta demasiado digitalizado, y, para colmo, todo es extremadamente previsible. Pero no contento con ello la forma y el resultado de la utilización del 3 D propicia una visión irreal, fantasiosa, de un mundo real como el marino.
Un marroquinero, valga la metáfora, diría que es todo plástico, ni siquiera símil cuero. Todo esta apoyado en que lo digital subyugue al espectador y lo único que logra es saturarlo.
Producción pretenciosa, pomposa, pedante, que no sólo “naufraga” mucho más que el de Robert Zemeckis, sino que se hunde irremediablemente.
Si quiere puede leer la clásica novela inglesa de aventuras para niños de Daniel Defoe, allí Robinson tenía a Viernes, y Chuck Nolan a “Wilson”, cualquiera de estas opciones es creíble.
La duración real del la proyección es de 125 minutos, pero la sensación que produce es de mucho más que dos horas.
¡Aguante Tom Kanks!